martes, 31 de mayo de 2016

NOCTURNO A ROSARIO.




   
  1.                                                    "Nocturno a Rosario"
                                                                                        por Manuel Acuña
                                                                                                                    (1849-1873)
    El poeta se suicidó a los 24 años
    por causa de este fatal amor
    con una mujer casada.


    NOCTURNO A ROSARIO
    por Manuel Acuña

    Pues bien, yo necesito
    decirte que te adoro,
    decirte que te quiero
    con todo el corazón;
    que es mucho lo que sufro,
    que es mucho lo que lloro,
    que ya no puedo tanto,
    y al grito que te imploro
    te imploro y te hablo en nombre
    de mi última ilusión.

    De noche cuando pongo
    mis sienes en la almohada,
    y hacia otro mundo quiero
    mi espíritu volver,
    camino mucho, mucho
    y al fin de la jornada
    las formas de mi madre
    se pierden en la nada,
    y tú de nuevo vuelves
    en mi alma a aparecer.

    Comprendo que tus besos
    jamás han de ser míos;
    comprendo que en tus ojos
    no me he de ver jamás;
    y te amo, y en mis locos
    y ardientes desvaríos
    bendigo tus desdenes,
    adoro tus desvíos,
    y en vez de amarte menos
    te quiero mucho más.

    A veces pienso en darte
    mi eterna despedida,
    borrarte en mis recuerdos
    y huir de esta pasión;
    mas si es en vano todo
    y mi alma no te olvida,
    ¡qué quieres tú que yo haga
    pedazo de mi vida;
    qué quieres tú que yo haga
    con este corazón!

    Y luego que ya estaba?
    concluido el santuario,
    la lámpara encendida
    tu velo en el altar,
    el sol de la mañana
    detrás del campanario,
    chispeando las antorchas,
    humeando el incensario,
    y abierta allá a lo lejos
    la puerta del hogar...

    Yo quiero que tú sepas
    que ya hace muchos días
    estoy enfermo y pálido
    de tanto no dormir;
    que ya se han muerto todas
    las esperanzas mías;
    que están mis noches negras,
    tan negras y sombrías
    que ya no sé ni dónde
    se alzaba el porvenir.

    ¡Que hermoso hubiera sido
    vivir bajo aquel techo.
    los dos unidos siempre
    y amándonos los dos;
    tú siempre enamorada,
    yo siempre satisfecho,
    los dos, un alma sola,
    los dos, un solo pecho,
    y en medio de nosotros
    mi madre como un Dios!

    ¡Figúrate qué hermosas
    las horas de la vida!
    ¡Qué dulce y bello el viaje
    por una tierra así!
    Y yo soñaba en eso,
    mi santa prometida,
    y al delirar en eso
    con alma estremecida,
    pensaba yo en ser bueno
    por ti, no más por ti.

    Bien sabe Dios que ese era
    mi más hermoso sueño,
    mi afán y mi esperanza,
    mi dicha y mi placer;
    ¡bien sabe Dios que en nada
    cifraba yo mi empeño,
    sino en amarte mucho
    en el hogar risueño
    que me envolvió en sus besos
    cuando me vio nacer!

    Esa era mi esperanza...
    mas ya que a sus fulgores
    se opone el hondo abismo
    que existe entre los dos,
    ¡adiós por la última vez,
    amor de mis amores;
    la luz de mis tinieblas,
    la esencia de mis flores,
    mi mira de poeta,
    mi juventud, adiós!




    Manuel Acuña Narro (Saltillo, Coahuila, 27 de agosto de 1849 - Ciudad de México, 6 de diciembre de 1873) fue un poeta mexicano que se desarrolló en el estilizado ambiente romántico del intelectualismo mexicano de la época.


    Como estudiante universitario abordó varias ramas de la ciencia, como filosofía y matemáticas, además de varios idiomas, como el francés y el latín. Comenzó la carrera de medicina, aunque todo terminó con su vida a los 24 años. Durante sus años de participación en tertulias literarias conoció a Ignacio Manuel Altamirano, Agustín F. Cuenca y Juan de Dios Peza. Con este último mantuvo un fuerte vínculo amistoso, motivo por el cual Peza fue uno de los oradores principales el día del sepelio de Acuña.

    Su carrera literaria fue breve, aunque fructífera. Comenzó en 1869, con una elegía a la muerte de Eduardo Alzúa amigo suyo. Ese mismo año, al lado de un grupo de intelectuales, fundó la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl en uno de los patios del ex convento de San Jerónimo, que le sirvió para dar sus primeros pasos como poeta. Varios de sus trabajos de esta época se encuentran en el suplemento del periódico La Iberia.

    Es una leyenda que su enamoramiento de Rosario de la Peña fue la presumible causa de su infortunado suicidio, mediante envenenamiento con cianuro de potasio. En opinión de algunos críticos, Rosario fue solamente una razón adicional a sus problemas de pobreza extrema. Acerca de Rosario de la Peña se sabe que también fue pretendida por José Martí y Manuel M. Flores. Con todo, recientemente se ha dejado claro que aunque el enamoramiento por De la Peña pudo tener lugar, la realidad era que Acuña sostenía una relación menos idealizada con una poetisa que a la postre se convirtió en una intelectual famosa: Laura Méndez de Cuenca. Murió en su habitación de la Escuela de Medicina el 6 de diciembre de 1873.

    Uno de sus poemas más célebres es el "Nocturno", dedicado a Rosario de la Peña, su trabajo más representativo. El acalitense Jesús F. Contreras realizó una escultura a Manuel Acuña, la cual fue expuesta en el pabellón Mexicano de la Exposición Universal de París en el año 1900, junto con su obra Malgre-Tout; por esos trabajos mereció la banda de la Legión de Honor. La obra dedicada al poeta, fabricada en mármol de Carrara, se encuentra en la plaza Acuña de Saltillo.

    Sus restos, inicialmente depositados en el Cementerio de Campo Florido, en la capital del país, fueron trasladados a Saltillo en 1917 y yacen en la Rotonda de los Coahuilenses Ilustres del Panteón de Santiago de su ciudad natal.

    Sobre él, José Martí, el político, pensador y poeta cubano, escribió en 1876: "¡Lo hubiera querido tanto, si hubiese él vivido!... Hoy lamento su muerte: no escribo su vida; hoy leo su nocturno a Rosario, página última de su existencia verdadera, y lloro sobre él, y no leo nada. Se rompió aquella alma cuando estalló en aquel quejido de dolor".

    Pepe Monteserín escribió la novela La lavandera, Premio Lengua de Trapo del año 2007, que trata la vida de Manuel Acuña. "Un suicidio, el de Manuel Acuña, y lo contrario de un suicidio, mi supervivencia, eso voy a contar".

    Linea de tiempo

    1849 Manuel Acuña nace en Saltillo (Estado de Coahuila, México) el 27 de Agosto.
    1868 Comienza sus estudios en la Escuela de Medicina.
    1869 Inicia su actividad literaria colaborando en El Renacimiento.
    1870 Publica sus Textos en El Libre Pensador.
    1871 Realiza múltiples colaboraciones periodísticas en El Federalista, El Eco de ambos Mundos y otras publicaciones.
    1872 Se estrena El pasado, drama en tres actos, único que el autor verá puesto en escena.
    1873 Se suicida en Ciudad de México, el 6 de diciembre.
    1911 Edición de sus Poesías completas en París.
    1917 sus restos mortales son trasladados de la Rotonda de los Hombres Ilustres a Saltillo.
    1949 Aparece su obra reunida y editada por José Luis Martínez.

TE QUIERO,Mario Benedetti





 

                                                                TE QUIERO

Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia           si te quiero es porque sos
          mi amor mi cómplice y todo
          y en la calle codo a codo
          somos mucho más que dos
tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro
tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía
          si te quiero es porque sos
          mi amor mi cómplice y todo
          y en la calle codo a codo
          somos mucho más que dos
y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero
y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso
          si te quiero es porque sos
          mi amor mi cómplice y todo
          y en la calle codo a codo
          somos mucho más que dos

PASO DEL NORTE, JUAN RULFO




Paso del norteJuan Rulfo

-Me voy lejos, padre, por eso vengo a darle el aviso.
-¿Y pa onde te vas, si se puede saber?
-Me voy pal Norte.
-¿Y allá pos pa qué? ¿No tienes aquí tu negocio? ¿No estás metido en la merca de puercos?
-Estaba. Ora ya no. No deja. La semana pasada no conseguimos pa comer y en la antepasada comimos puros quelites[1]. Hay hambre, padre; usté ni se las huele porque vive bien.
-¿Qué estás áhi diciendo?
-Pos que hay hambre. Usté no lo siente. Usté vende sus cuetes y sus saltapericos y la pólvora y con eso la va pasando. Mientras haiga funciones, le lloverá el dinero; pero uno no, padre. Ya naide cría puercos en este tiempo. Y si los cría pos se los come. Y si los vende, los vende caros. Y no hay dinero pa mercarlos, demás de esto. Se acabó el negocio, padre.
-Y ¿qué diablos vas a hacer al Norte?
-Pos a ganar dinero. Ya ve usté, el Carmelo volvió rico, trajo hasta un gramófono y cobra la música a cinco centavos. De a parejo, desde un danzón hasta la Anderson esa que canta canciones tristes; de a todo, por igual, y gana su buen dinerito y hasta hacen cola para oír. Así que usté ve; no hay más que ir y volver. Por eso me voy.
-¿Y onde vas a guardar a tu mujer con los muchachos?
-Pos por eso vengo a darle el aviso, pa que usté se encargue de ellos.
-¿Y quién crees que soy yo, tu pilmama[2]? Si te vas, por áhi que Dios se las ajuarié con ellos. Yo ya no estoy pa criar muchachos, con haberte criado a ti y tu hermana, que en paz descanse, con eso tuve de sobra. De hoy en adelante no quiero tener compromisos. Y como dice el dicho: "Si la campana no repica es porque no tiene badajo".
-No le hallo qué decir, padre, hasta lo desconozco. ¿Qué me gané con que usté me criara?, puros trabajos. Nomás me trajo al mundo al averíguate como puedas. Ni siquiera me enseñó el oficio de cuetero, como pa que no le fuera a hacer a usté la competencia. Me puso unos calzones y una camisa y me echó a los caminos pa que aprendiera a vivir por mi cuenta y ya casi me echaba de su casa con una mano adelante v otra atrás. Mire usté, éste es el resultado: nos estamos muriendo de hambre. La nuera y los nietos y este su hijo, como quien dice toda su descendencia, estaremos ya por parar las patas y caernos bien muertos. Y el coraje que da es que es de hambre. ¿Usté cree que eso es legal y justo?
-Y a mí qué diablos me va o me viene. ¿Pa qué te casaste? Te fuiste de la casa y ni siquiera me pediste el permiso.
-Eso lo hice porque a usté nunca le pareció buena la Tránsito. Me la malcrió siempre que se la truje y, recuérdeselo, ni siquiera voltio a verla la primera vez que vino: "Mire, papá, ésta es la muchachita con la que me voy a coyuntar". Usté se soltó hablando en verso y que dizque la conocía de íntimo, como si ella fuera una mujer de la calle. Y dijo una bola de cosas que ni yo se las entendí. Por eso ni se la volví a traer. Así que por eso no me debe usté guardar rencor. Ora sólo quiero que me la cuide, porque me voy en serio. Aquí no hay ya ni qué hacer, ni de qué modo buscarle.
-Esos son rumores. Trabajando se come y comiendo se vive. Apréndete de mi sabiduría. Yo estov viejo y ni me quejo. De muchacho ya ni se diga; tenía hasta pa conseguir mujeres de a rato. El trabajo da pa todo y céntimas pa las urgencias del cuerpo. Lo que pasa es que eres tonto. Y no me digas que eso yo te lo enseñé.
-Pero usté me nació, y usté tenía que haberme encaminado, no nomás soltarme como caballo entre las milpas[3].
-Ya estabas bien largo cuando te fuiste. ¿O a poco querías que te mantuviera para siempre? Sólo las lagartijas buscan la misma covacha hasta cuando mueren. Di que te fue bien y que conociste mujer y que tuviste hijos, otros ni siquiera eso han tenido en su vida, han pasado como las aguas de los ríos, sin comerse ni beberse.
-Ni siquiera me enseñó usted a hacer versos, ya que los sabía. Aunque sea con eso hubiera ganado algo divirtiendo a la gente como usté hace. Y el día que se lo pedí me dijo: "Anda a mercar güevos, eso deja más". Y en un principio me volví güevero v aluego gallinero v después merqué puercos y, hasta eso, no me iba mal, si se puede decir. Pero el dinero se acaba; vienen los hijos y se lo sorben como agua y no queda nada después pal negocio y naide quiere fiar. Ya le digo, la semana pasada comimos quelites, y ésta pos ni eso. Por eso me vov. Y me voy entristecido, padre, aunque usté no lo quiera creer, porque yo quiero a mis muchachos, no como usté que nomás los crió y los corrió. 
-Apréndete esto, hijo: en el nidal nuevo, hay que dejar un güevo. Cuando te aletié la vejez aprenderás a vivir, sabrás que los hijos se te van, que no te agradecen nada; que se comen hasta tu recuerdo.
-Eso es puro verso.
-Lo será, pero es la verdá.
-Yo de usté no me he olvidado, como usté ve.
-Me vienes a buscar en la necesidá. Si estuvieras tranquilo te olvidarías de mí. Desde que tu madre murió me sentí solo; cuando murió tu hermana, más solo; cuando tú te fuiste vi que estaba ya solo pa siempre. Ora vienes y me quieres remover el sentimiento: pero no sabes que es más dificultoso resucitar un muerto que dar la vida de nuevo. Aprende algo. Andar por los caminos enseña mucho. Restriégate con tu propio estropajo, eso es lo que has de hacer.
-¿Entonces no me los cuidará?
-Ahi déjalos, nadie se muere de hambre.
-Dígame si me guarda el encargo, no quiero irme sin estar seguro.
-¿Cuántos son?
-Pos nomás tres niños y dos niñas y la nuera que está re joven.
-Rejodida, dirás.
-Yo fui su primer marido. Era nueva. Es buena. Quiérala, padre.
-¿Y cuándo volverás
-Pronto padre. Nomás arrejunto el dinero y me regreso. Le pagaré al doble lo que usté haga por ellos. Déles de comer, es todo lo que le encomiendo.
-Padre, nos mataron.
-¿A quiénes?
-A nosotros. Al pasar el río. Nos zumbaron las balas hasta que nos mataron a todos.
-¿En dónde?
-Allá, en el Paso del Norte, mientras nos encandilaban las linternas, cuando íbamos cruzando el río.
-¿Y por qué?
-Pos no lo supe, padre. ¿Se acuerda de Estanislao? El fue el que me encampanó pa irnos pa allá. Me dijo cómo estaba el teje y maneje del asunto y nos fuimos primero a México y de allí al Paso. Y estábamos pasando el río cuando nos fusilaron con los mauseres. Me devolví porque él me dijo: "Sácame de aquí, paisano, no me dejes". Y entonces estaba ya panza arriba, con el cuerpo todo agujereado, sin músculos. Lo arrastré como pude, a tirones, haciéndome a un lado de las linternas que nos alumbraban buscándonos. Le dije: "Estás vivo", y él me contestó: "Sácame de aquí, paisano". Y luego me dijo: "Me dieron". Yo tenía un brazo quebrado por un golpe de bala y el güeso se había ido de allí de donde se salta el codo. Por eso lo agarré con la mano buena y le dije: "Agárrate fuerte de aquí". Y se me murió en la orilla, frente a las luces de un lugar que le dicen la Ojinaga, ya de este lado, entre los tules[4] que siguieron peinando el río como si nada hubiera pasado. "Lo subí a la orilla y le hablé: '¿Todavía estás vivo?" Y él no me respondió. Estuve haciendo la lucha por revivir al Estanislao hasta que amaneció; le di friegas y le soplé los pulmones para que resollara, pero ni pío volvió a decir. "El de la migración se me arrimó por la tarde.
-"Ey, tú, ¿qué haces aquí?
-"Pos estoy cuidando este muertito.
-"¿Tú lo mataste?
-"No, mi sargento -le dije.
-"Yo no soy ningún sargento. ¿Entonces quién? "Como lo vi uniformado y con las aguilitas esas, me lo figuré del ejército y traía tamaño pistolón que ni lo dudé. "Me siguió preguntando: '¿Entonces quién, eh?' Y así se estuvo dale y dale hasta que me zarandió de los cabellos y yo ni metí las manos, por eso del codo dañado que ni defenderme pude. "Le dije: -No me pegue, que estoy manco. "Y hasta entonces le paró a los golpes.
-"¿Qué pasó?, dime -me dijo.
-"Pos nos clarearon[5] anoche, íbamos regustosos, chifle y chifle del gusto de que ya íbamos pal otro lado cuando mérito en medio del agua se soltó la balacera. Y ni quien se la quitara. Este y yo fuimos los únicos que logramos salir y a medias, porque mire, él ya hasta aflojó el cuerpo.
-"¿Y quiénes fueron los que los balacearon?
-"Pos ni siquiera los vimos. Sólo nos aluzaron con sus linternas, y pácatelas y pácatelas, oímos los riflonazos, hasta que yo sentí que se me voltiaba el codo y oí a éste que me decía: 'Sácame del agua, paisano'. Aunque de nada nos hubiera servido haberlos visto.
-"Entonces han de haber sido los apaches.
-"¿Cuáles apaches?
-"Pos unos que así les dicen y que viven del otro lado.
-"¿Pos que no están las Tejas del otro lado? 
-"Sí, pero está llena de apaches, como no tienes una idea. Les voy a hablar a Ojinaga pa que recojan a tu amigo v tú prevente pa que regreses a tu tierra. ¿De dónde eres? No te debías de haber salido de allá. ¿Tienes dinero?
-"Le quité al muerto este tantito. A ver si me ajusta. 
-"Tengo áhi una partida pa los repatriados. Te daré lo del pasaje; pero si te vuelvo a devisar por aquí, te dejo a que revientes. No me gusta ver una cara dos veces. ¡Ándale, vete!
-Y yo me vine y aquí estoy, padre, pa contárselo a usté. 
-Eso te ganaste por creído y por tarugo. Y ya verás cuando te asomes por tu casa, ya verás la ganancia que sacaste con irte.
-¿Pasó algo malo? ¿Se me murió algún chamaco?
-Se te fue la Tránsito con un arriero. Dizque era re buena, ¿verdá? Tus muchachos están acá atrás dormidos. Y tú vete buscando onde pasar la noche, porque tu casa la vendí pa pagarme lo de los gastos. Y todavía me sales debiendo treinta pesos del valor de las escrituras.
-Está bien, padre, no me le voy a poner renegado. Quizá mañana encuentre por aquí algún trabajito pa pagarle todo lo que le debo. ¿Por qué rumbo dice usté que arrendó el arriero con la Tránsito?
-Pos por áhi. No me fijé.
-Entonces orita vengo, voy por ella.
-¿Y por onde vas?
-Pos por áhi, padre, por onde usté dice que se fue.
-Y yo me vine y aquí estoy, padre, pa contárselo a usté. 
-Eso te ganaste por creído y por tarugo. Y ya verás cuando te asomes por tu casa, ya verás la ganancia que sacaste con irte.
-¿Pasó algo malo? ¿Se me murió algún chamaco?
-Se te fue la Tránsito con un arriero. Dizque era re buena, ¿verdá? Tus muchachos están acá atrás dormidos. Y tú vete buscando onde pasar la noche, porque tu casa la vendí pa pagarme lo de los gastos. Y todavía me sales debiendo treinta pesos del valor de las escrituras.
-Está bien, padre, no me le voy a poner renegado. Quizá mañana encuentre por aquí algún trabajito pa pagarle todo lo que le debo. ¿Por qué rumbo dice usté que arrendó el arriero con la Tránsito?
-Pos por áhi. No me fijé.
-Entonces orita vengo, voy por ella.
-¿Y por ónde vas?
-Pos por áhi, padre, por onde usté dice que se fue.

EL GRINGO VIEJO




                                     EL  GRINGO     VIEJO



Cuando el gringo viejo se dirigía hacia la búsqueda de su muerte preguntó: ¿Por aquí se va a Chihuahua?, la respuesta nos sitúa inmediatamente en el contexto espacio-temporal en que transcurren los hechos: "– La lucha está duro por allí; ése es el territorio de Pancho Villa".
Las primeras ideologías que escuchó el gringo cuando preguntó por Villa fueron las voces de los soldados diciendo: "- ¡Todos somos Villa!"; dando a entender así que aquél hombre era la figura andante de todos los sueños, aspiraciones, creencias, dolores e intereses de los campesinos, del pueblo. Era el abogado, el portavoz de los que no podían expresarse, por eso declaran "-¡Todos somos Villa!".
Pero para unirse a las tropas de Villa debían tener en claro de qué se trataba la revolución:
"No queremos más un mundo dominado por los caciques, la sacristía, y las aristocracias ridículas que aquí siempre hemos tenido".
Otros, sin embargo, no aceptaban unirse a las tropas: "La inmensa mayoría de los soldados se arrancaron en silencio las insignias federales y se formaron con los villistas.
Pero los otros se resistieron [.] tenían caras orgullosas o locas o de plano nomás cansadas"; y eran castigados: "se alinearon contra el muro de adobes y el viejo los vio allí, una colección de humanidad".
La figura de Tomás Arroyo tampoco es la excepción, también es fusilado al desobedecer las órdenes de Villa, pretendiendo quedarse en la hacienda de Los Miranda:
"- Pancho Villa detesta a cualquiera que quiera regresarse a su casa. Eso él lo ve casi como traición. Seguro que me he expuesto al tomar la hacienda de los Miranda y quedarme aquí".
Aún así, éste declara antes de morir, que sus ideales están intactos: "Sin embargo, alcanzó a gritar: - ¡Viva Villa!".
A medida que avancemos en este análisis, se detallará cómo afecta la revolución a cada personaje.

La identidad

De este tema tan complejo se desprenden otros como la patria, los orígenes, la religión, la otredad, etc. Se describe con énfasis cada aspecto que caracteriza a la cultura mexicana y a la americana (nos referiremos a los EE.UU. como americanos por asociación con el nombre oficial de dicho país, no por otra cosa).
Harriet Winslow representa a quienes se atemorizan ante lo desconocido, incluso procura "civilizar", dada su condición de maestra, a los campesinos del pueblo:
"Mírelos, lo que esta gente necesita es educación, no rifles. Una buena lavada seguida de unas cuantas lecciones sobre cómo hacemos las cosas en los Estados Unidos, y se acabó este desorden".
Los hombres y las mujeres de la tropa son gente de escasos recursos económicos, pero con convicciones, ideas de libertad, que a su vez, suponen un precio muy alto.
Éstos ven a la maestra como una mujer inteligente, pero ignorante de la vida en medio de tanta muerte y desolación; creen que los proyectos de "la gringa" son imposibles de realizar:
"– Pobrecita – dijo una mujer- , es muy buena gente pero no sabe qué día es mañana. Se sintieron apenados por ella y se rieron como pajarillos juguetones".

El gringo, en cambio, representa la experiencia de la vida y la guerra, viene a México buscando la muerte, sin embargo, intenta comprender a sus "extraños vecinos", en lugar de cambiarlos como lo desea su compatriota Winslow, se coloca en el lugar del otro:
"- Usted no se va a quedar a educar a nadie. De repente la educan a usted primero miss Winslow, y de una manera poco agradable".
"-Ricos o pobres, los mexicanos siempre se desquitan de nosotros. Nos odian. Somos los gringos. Sus enemigos eternos".
La identidad propia de cada personaje instituye la otredad; cuando el gringo viejo cruza la frontera no sólo atraviesa un límite territorial: "La frontera secreta existe dentro de cada uno y ésta es la más difícil de cruzar porque cada uno espera encontrarse allí, solitario dentro de sí, y solo descubre, más que nunca, que está en compañía de los demás".
"Se sintió liberado al cruzar la frontera, como si de verdad hubiera entrado a otro mundo".
Cuando chocan ambas culturas, es cuando realmente cada uno de ellos comienza a conocerse a sí mismos "Cada uno llevaba dentro su México y sus Estados Unidos", comienzan a recrearse, y eso lo dice hacia el último capítulo, Harriet Winslow: "– He estado aquí. Esta tierra ya nunca me dejará".
Con respecto a la idea "cada cual tiene dentro sus fronteras secretas", surge al respecto en esta novela una escena que podríamos llamar "fotográfica" y que tendrá repercusión a lo largo de toda la obra y que fusiona el concepto de "identidad" con el de "tiempo".
Nos referimos a "la escena de los espejos": "Los hombres y mujeres de la tropa de Arroyo se miraban a si mismos. Paralizados por sus propias imágenes, por el reflejo corpóreo de su ser, por la integridad de sus cuerpos. Giraron lentamente, como para cerciorarse de que ésta no era una ilusión más. Fueron capturados por el laberinto de espejos".
Este sector de la casa de Los Miranda fue el único que "sobrevivió", no sin una buena razón, a la destrucción colérica por parte del general Arroyo.
En el capítulo VIII encontramos la razón por la cual Arroyo no quemó este salón:
"miren lo que salvé para ustedes, el salón, los lugares bonitos que antes sólo eran para ellos, eso no lo toqué, quemé todo lo demás, la imagen de la servidumbre [.], los establos donde los caballos comían mejor que nosotros[.] todo esto lo destruí en nombre de ustedes, menos esto que será para ustedes si logramos sobrevivir. Un salón de espejos".
El salón de espejos supone el lugar en el que todos pueden verse no solo desde afuera, sino también desde adentro, creando una atmósfera similar a la de un sueño, donde el tiempo se detiene como un instante eterno.
Al principio, Harriet Winslow rechaza su reflejo y le dice a los niños que tal salón representa la presunción, la vanidad, el pecado. En esa escena, Arroyo le pregunta:
"¿- Vio usted algo distinto de lo que veía en Washington, o siempre la misma imagen?".
Pero poco a poco la personalidad de Harriet va cambiando, superándose y completándose, de tal modo, que logra darse cuenta de que en realidad estaba negando
Su reflejo porque la soledad y la tristeza la hacían verse incompleta, vacía:
"Ella se sentó todas las mañanas frente a un espejo en su pequeña alcoba de la Calle Catorce y llegó un día en el que admitió que su rostro estaba contando una historia que a ella no le agradaba.
Sólo tenía treinta y un años, pero su rostro en el espejo mientras lo dibujaba suavemente con un dedo sobre el cristal, [.] parecía no más viejo, sino más vacío, menos legible que diez o incluso dos años antes: como la página de un libro que palidece cuando sus palabras lo abandonan".
"Ver algo diferente", es notar un cambio interno ¿Qué aprendió Harriet Winslow de México y de su gente?
La escena fotográfica de la que hablamos podría definirla el vals "Sobre las olas" que bailan Harriet y Arroyo, los dos solos en el salón, girando y girando, viéndose ambos reflejados en el círculo de espejos, descubriendo cada uno su existencia.
Un tema relacionado con la identidad es el sentimiento de Soledad que experimentan los personajes. En primer lugar, el gringo viejo que como hemos dicho se encuentra solo y viene buscando la muerte, luego está Harriet Winslow, "la gringa" que padece un drama existencial inacabable, siendo el personaje que encarna este sentimiento. Por último está el general Arroyo, al cual caracterizaremos luego ya que el sentimiento de soledad de éste viene acompañado por otros, conformando una "retroalimentación sentimental" que es preciso abordar en detalle.
Como decíamos, el personaje que más padece la soledad es Harriet; la frase que da comienzo a la narración es referente a ella: "Ella se sienta sola y recuerda"; esta frase se repetirá hasta el final de la obra, alternando la última vocal en del primer verbo (SIENTE / SIENTA) para dar cuenta de cómo puede ser observada en la soledad, ya sea por un espectador (o interpretado por el lector) – se sienta sola- o en cambio, cómo está anímicamente en ese momento de la narración – se siente sola-.
El motivo de la soledad de Harriet es, principalmente el abandono de su padre, luego, la infidelidad de su novio y, por último, "el amor a medias" que le brinda Arroyo.
Sin embargo, esa soledad que experimenta es la que le da fuerzas, la hace una mujer dura: "Se preguntaba a veces: -¿Cuándo fui más feliz?. Conocía la respuesta: cuando su adorado padre se fue y ella se sintió responsable; ahora ella era responsable".
Los hombres que conoció la han decepcionado, como consuelo solo le queda su "nuevo padre", su fiel amigo, el gringo viejo.
Otro tema relacionado con el de la identidad, es el de los ORÍGENES y las tradiciones.
Se observa mayor descripción en lo referente a las costumbres del pueblo mexicano:
"-¿Qué tienen los tacos?
-Testículos de toro y sangre. Las dos cosas las vas a necesitar si entras al ejército de
Pancho Villa
  • ¿Qué tiene el alcohol?
  • No te preocupes general indiano. El gusanito no está vivo. Nomás le alarga la vida al mezcalito".
Llama la atención, en el capítulo XIII, la celebración religiosa del pueblo en la que participan los indios: "Los danzantes indios del norte bailaban monótonamente en frente de la capilla, sus tobillos enlazados con cascabeles"; de este modo se describe otro aspecto que hace a la identidad de un pueblo: LA RELIGIÓN.
Podemos analizar lo religioso desde dos perspectivas: la americana y la mexicana, a pesar de que ambos pueblos poseen la misma religión, el catolicismo, es tal la diferencia entre los símbolos religiosos que pareciera tratarse de dos religiones antagónicas, opuestas.
"El Cristo muerto estaba en la jaula de vidrio. El Rey de Reyes desnudo, cubierto apenas por su capa de terciopelo rojo. Continuaba sangrando después de muerto".(Cristo mexicano).
En el capítulo XIII, el gringo viejo hace una interpretación de los símbolos cristianos de sus prójimos y los compara con los que comparte con su compatriota Harriet Winslow:
"El gringo viejo vio una complicidad fría y no declarada en los ojos de miss Harriet cuando los dos se reunieron en las religiones sin altar del norte, donde Jesús el redentor vivía liberado para siempre de la carne, de la escultura, de la pintura, un espíritu impalpable volando en aras de la música: un Dios de verdad que nunca podría sangrar, comer, fornicar, o evacuar, no como el Cristo mexicano". (Cristo americano).
Y en el capítulo X hace una parodia de los Diez Mandamientos, en parte relacionado con el dinero y la muerte: ">> No adoréis más imágenes que las que aparecen en las monedas de vuestro país; no matéis, pues la muerte libera a tu enemigo de su constante penar; no robéis, es más fácil dejarse sobornar; honra a tu padre y a tu madre, a ver si te heredan su fortuna<<".
Harriet Winslow, por su parte, también hace una lectura de los símbolos religiosos de este pueblo: "Un pueblo prácticamente idólatra moviéndose de hinojos hacia un Cristo sangriento envuelto en terciopelos y coronado de espinas".
Este último punto tiene que con los SENTIMIENTOS PATRIOS.
En esta obra no falta la alusión al país, ya sea desde un punto de vista nostálgico o de rechazo al lugar de origen: "-¿Y el país? – se levantó ahora con enojo Harriet [.] ¿quería ella saber si él también había asesinado el sentido del honor nacional, del deber patriótico, de la lealtad a la bandera? Pues sí; hasta eso, por eso le temió su familia, él se rió de Dios, de la Patria, del Dinero, por Dios".
También Harriet tiene presente el sentimiento de vergüenza por la propia patria, sabiéndola injusta al enfrentarse con los más débiles: "[.] cargando sueño y mugre y muerte y miedo desde que descendí en Veracruz, Cuba y Veracruz, siempre los patios traseros de mi país, ocupado por nuestro país porque nuestro destino es ser fuertes con los débiles".
Es interesante observar cómo Estados Unidos es caracterizado como el país déspota, que exprime la sangre de los inocentes, mientras que México en cambio es el pueblo débil pero valiente: "[.] diciendo nos gusta pelear nos sentimos como muertos si no peleamos, ojalá que esta revolución nunca se acabe y si se acaba nos iremos a pelear en una nueva revolución, hasta caernos muertos de puritito cansancio en nuestras tumbas".
Se introduce, dentro de este tema, el concepto de LOS DOS MUNDOS: "una tierra tan lejana y extraña como los Estados Unidos, el otro mundo, el mundo que no es México, el mundo distante y curioso, excéntrico y marginal de los yanquis que no disfrutaban de la buena cocina o de las revoluciones violentas o de las mujeres sujetas o las iglesias hermosas y rompían todas las tradiciones nada más porque sí".
Las diferencias son evidentes, pero no sólo se encuentran en personas de distintos países, costumbres, religiones o clases sociales; basta con observar las DIFERENCIAS DE GÉNERO para darse cuenta.
La figura del HOMBRE, más bien del hombre joven, -ya que el gringo viejo será analizado desde otra perspectiva más compleja- está encarnada en el personaje de Tomás Arroyo; simboliza el prototipo de mexicano machista, rudo, ambicioso, insaciable en los asuntos de la muerte (de cobrar muertes) y, por sobre todo, soberbio: "Mi destino es mío".
Su corazón está dividido, lo mueve la sed de venganza contra "los Miranda", desea quedarse en la hacienda abandonada por éstos; tomar posesión de ella. Pero, por otra parte, desea servir a su país y a Villa; sabe que su deber es marcharse: "[.] en el camino Arroyo se aisló como una tortuga,[.] realmente buscaba el anhelo colectivo de moverse con decisión de la hacienda arruinada a la próxima meta, acercarse al grueso del ejército de Villa[.]. Pero también deseaba, oscuramente, ensoñado, prolongar la estancia en la hacienda donde nació y fue criado".
En medio de esta dicotomía, se encuentra con una mujer diferente a las que conoce: Harriet Winslow, "una gringa alta –en comparación con el general-, treinta y un años, de cabello castaño, teca como una mula y poco realista": "- He recibido mi pago y permaneceré aquí hasta que la familia regrese y yo pueda instruir a los niños en la lengua inglesa y merecer mi sueldo. So!".
Arroyo no tarda en encontrarle el punto débil a Harriet. Su corazón compasivo y su cariño hacia el gringo viejo, quien es como su padre (mejor que su padre).
En el capítulo XV la descripción de este personaje es lo bastante clara para reafirmar lo dicho sobre el mismo: "El gringo viejo regresó caminando al carro del ferrocarril y vio a Arroyo solo, riéndose y contoneándose, con paso fanfarrón, por el campamento polvoso, sin saber lo que su enemigo hacía o decía. Pero el gringo imaginó y temió que
el general se paseaba como un gallito para dar a entender que la gringa era suya, se había desquitado así de los chingados gringos".
No siente remordimientos ni culpa por sus actos egoístas, deja fluir – como su apellido, Arroyo- los impulsos del momento: "Esa fue la primera cosa que me dije [...]
La segunda fue: Arroyo, si matas al gringo viejo, nunca va a ser tuya la gringuita.
Entonces un diablito se me metió en la cabeza y me dijo: Arroyo, puede que las dos razones sean la misma. Ni tú ni el gringo quieren perder a esta linda mujer.
Y los dos saben que ella nunca amaría a un asesino".
Tampoco se conforma con la compañía de una sola mujer, tiene a su disposición a "La Garduña" y "La Luna", a quienes describiremos en otro apartado.
La posible justificación de su contradictoria personalidad es el resentimiento hacia su padre, quien abusó de su madre: "-Yo soy el hijo de la parranda, el hijo de la desgracia y el azar, señorita. Nadie defendió a mi madre. Era una muchachita. No estaba casada ni tenía quien la defen-diera. Yo nací para defenderla. Mire, miss. Nadie defendía a nadie aquí".
Como consecuencia de su condición de bastardo, debió crecer solo, carente de afectos, de educación (es totalmente analfabeto) y, si con eso no bastara, debió soportar el rechazo de Los Miranda (su padre y la esposa legítima de éste).
Las cualidades de Tomás Arroyo conforman una mixtura tan compleja (odio, venganza, amor, celos, compromiso con su patria, etc.) que hacen del mismo, el personaje unificador de los sentimientos de su pueblo en el contexto de la revolución.
También se mencionan otros personajes masculinos como Inocencio Mansalvo y el coronel Frutos García, que en realidad representan a un par de los tantos hombres subordinados a Arroyo; si bien no desempañan roles fundamentales en la narración, dan cuenta de las características de los hombres campesinos de clase baja, aliados incondicionales de su querido general y víctimas de las familias de clase alta como éste: " Ellos sufrieron como los indios; ellos también perdieron sus pequeñas propiedades en beneficio de las haciendas invasoras, las grandes propiedades pagadas desde el extranjero o desde la ciudad de México, convirtiendo en señorones de la noche a la mañana a los que tenían el dinero para pagar las tierras en subasta cuando las tierras dejaron de pertenecer a los curas".
Cuando caracterizamos al HOMBRE en "Gringo viejo", habíamos dejado de lado al gringo, porque como protagonista de la historia supone un análisis más complejo, que puede orientarse hacia dos puntos de vista sobre el mismo: como HOMBRE desde luego, pero también como PADRE.
¿Por qué como padre?: El gringo viejo trae consigo varias penas: sus hijos se han suicidado, su mujer murió y su única hija lo abandonó. ¿Qué más podría hacer un hombre viejo, solo y con culpa?¿De qué manera podría reivindicarse y, al mismo tiempo, pagar el daño que le ha hecho a su familia? Seguramente la muerte acabaría con esos sentimientos de culpa y dolor, pero el gringo no es capaz de suicidarse:
"- Yo no me mataré nunca a mí mismo, porque así murió mi hijo y no quiero repetir su dolor".
En cuanto a su hija, refiere: "– Mi hija juró nunca volverme a ver [.]. - Me dijo que no me perdonaría nunca su dolor mortal ante los cadáveres de sus hermanos. Tú los mataste a los dos, me dijo, a los dos".
La insistencia de Harriet al preguntarle al gringo reiteradas veces: ¿Y la hija? no es casual. Su padre la abandonó a ella y a su madre para irse "con una negra a Cuba".
Si bien la relación entre Harriet y el gringo satisface las necesidades de un padre para ella y una hija para él, podemos observar una suerte de "INCESTO", metafórico, desde luego.
¿Por qué incesto?, Harriet necesita un padre heroico, digno, que la comprenda; el gringo desea purificarse, redimirse ante su hija que es lo único que le queda en el mundo, experimentar, en otras palabras, una "CATARSIS".
Pero paradójicamente, el gringo no sólo ve a su hija en Harriet, sino también a su mujer: "al verla, reconoció a muchísimas muchachas comparables, que él había conocido en su vida, incluyendo a su esposa cuando era joven, y a su hermosa hija".
Harriet, sin embargo, prioriza la necesidad de un padre y procura hacérselo entender al gringo:
"Pensé mucho en ti anoche. Estuviste muy vívida en mis pensamientos. Me sentí tan cerca de ti como un.
-¿Como un padre? – esta vez lo interrumpió ella, compensándose-. ¿Así de cerca? Dijo sin ninguna clase de emoción".
Sin otra alternativa, el gringo se resigna al amor de hija que le ofrece Harriet: "él supo que su tiempo con esta muchacha había llegado y se había ido, aunque ella todavía tuviera tiempo de anidarse en brazos de él y quererlo como mujer o como hija, no importaba, ya era demasiado tarde: vio la cara de Arroyo, el cuerpo de Arroyo, la mano de Arroyo y se dio por vencido. Su hijo y su hija.". Ésta lo acompañará hasta el final de su vida: "Harriet Winslow sólo le dijo al cadáver del gringo viejo: -Te espera una tumba vacía en el cementerio militar, papá".

A pesar de que ya no quería afectos en su vida, el gringo encuentra en Arroyo un lazo con ciertas contrariedades a lo largo de la historia. Como hijo, como oponente y el más inesperado, como reflejo de sí mismo (ya sea por el amor que sienten por Harriet, el parricidio, o los enfrentamientos bélicos de las que participaron):
"Lo raro es que entonces sintió, desde el principio, que debía meterle rienda a otro sentimiento, y éste era el de afecto paternal hacia Arroyo".
Pero Arroyo no ve al gringo como un padre; los celos que el viejo le produce trazan una línea divisoria entre ambos.
La valentía del hombre que sabe que va a morir tarde o temprano, contrasta con la del general, quien solo busca venganza. Arroyo no soporta ser menos que nadie, eso él ya lo vivió y no permitiría que se volviese a repetir la historia, su actitud egoísta y posesiva lejos de engrandecerlo, lo minimiza ante la figura heroica del gringo: "El gringo viejo vino buscando la muerte, nada más. En cambio, lo que estaba encontrando era la gloria y los frutos amargos de la gloria, que se llaman la envidia".
La ENVIDIA es el tema clave dentro de esta perspectiva – cómo ve Arroyo al gringo viejo- retomemos el ejemplo del capítulo XV, el general juega con los sentimientos de Harriet hacia "su padre", más precisamente con la muerte de éste. Utiliza la figura del padre de ambos para "chanta-jearla", para "tomarla cuando quiera" como si ésta fuera un objeto.
Finalmente, Arroyo se cobra la vida del viejo, pero no precisamente por Harriet, sino por algo aún más preciado para él: "LOS PAPELES".
Como él los llamaba, los papeles, eran las escrituras de la hacienda de Los Miranda, que éste había tomado y que no sabía leer: "el hombre que vino a que lo mataran, el viejo oficial de mapas de los Voluntarios de Indiana que conocía el valor de los papeles, los papeles que legitimaban la búsqueda del pobre general Arroyo: riqueza y venganza y sensualidad y orgullo y simple aceptación por parte de sus semejantes".
Pese a los gritos de Harriet, Arroyo no tuvo piedad ante el hombre que quemó, con los papeles, parte de la vida del general. Finalmente, con este acto encontramos uno de los tantos PARALELISMOS entre el general mexicano y el gringo viejo: ambos habían matado a su padre.
Teniendo en cuenta lo dicho, podemos deducir una carga simbólica muy poderosa contenida en esos "papeles"; papeles al cabo, diría el gringo viejo.

Hasta ahora, hemos observado una serie de dualismos en el análisis macroestructural de esta obra, y el presente, no es la excepción. Tenemos dos temas totalmente complementarios, como un matrimonio indisoluble: LA TIERRA Y LA PALABRA.
Casualmente, son los móviles del asesinato del gringo viejo los que conforman la fusión poderosa que el anciano escritor quería como punto final a su vida.
Cuando nos referimos a la TIERRA, aludimos a la posesión invaluable que tenía este pueblo: "Una cosa era tener algo tomado, aunque no fuera nuestro, como la familia Miranda tenía estas tierras ganaderas del norte, [.] y otra cosa era ser realmente dueños de algo porque trabajamos para obtenerlo". Lo que garantizaba la legitimidad de sus posesiones eran "los papeles": "- ¿Ves, general gringo? ¿Ves lo que está escrito? ¿Ves la letra? ¿Ves ese hermoso sello colorado? Estas tierras siempre fueron nuestras, de los escasos labriegos que recibimos protección lo mismo que contra la encomienda que contra los asaltos de indios tobosos. Hasta el rey de España lo dijo. Hasta él lo reconoció. Aquí está. Escrito con su puño y letra. Ésta es su firma. Yo guardo los papeles. Los papeles prueban que nadie más tiene derecho a estas tierras".
Irónicamente, el general Arroyo no sabía leer aquellos códigos en los que se sustentaban él y su gente. Sin embargo, creía que eso no era importante; el solo hecho de tenerlos era suficiente, aunque él bien sabía que "los papeles" no resumían la historia de aquellas tierras ni lo que les había costado conseguirlas: "El general se pegó repetidas veces con el dedo índice en la sien: todas las historias están en mi cabeza, toda una biblioteca de palabras; la historia de mi pueblo, mi aldea, nuestro dolor: aquí en mi cabeza, viejo.¿Lo sabes tú?".
Las voces de los campesinos se dirigen a Harriet Winslow a fin de mostrarle cuánto debieron luchar por lo que tienen y qué es lo que se proponen: "Le dijo el bravo Inocencio Mansalvo: - No me gusta la tierra, señorita. Le mentiría si le dijera esto. No quiero pasarme la vida aga-chado. Quiero que se destruyan las haciendas y se deje libre a los campesinos, para que puédamos ir a trabajar a donde quiéramos, en la cuidad o en el norte, en su país, señorita. Y si no, yo no me cansaré nunca de pelear. Agachado así, nomás no: quiero que me miren la cara".
La historia de este pueblo vale más de lo que pueda decirse en "los papeles": "–el viejo- Entendió, sin embargo, que Arroyo le estaba demostrando de lejos << lo que traía en la cabeza en vez de un alfabeto>>".
Cuando nos referimos a las penas y dificultades de éstos, estamos hablando de las injusticias que debieron afrontar por parte de Los Miranda –propietarios de esas tierras-:
" Se aburrían: los señoritos de la hacienda solo venían aquí de vez en cuando, de vacaciones.[.] salían galopando por los campos de labranza humilde para espantar a los peones doblados sobre los humildes cultivos chihuahuenses, de lechuguilla, y el trigo débil, los frijoles, y los más canijos le pegaban con los machetes planos en las espaldas a los hombres y se lazaban a las mujeres[.]las madres de los jóvenes caballeros fingían no oír los gritos de nuestras madres y los padres de los jóvenes caballeros bebían coñac en la biblioteca y decían son jóvenes, es la edad de la parranda, más vale ahora que después. Ya sentarán cabeza. Nosotros hicimos lo mismo".
Por último, refiriéndonos nuevamente a Tomás Arroyo se observa su ideología con respecto a la posesión de la tierra: "no que no importaba poseer nada sino la tierra, lo demás lo posee a uno y es malo pasarse la vida pensando en lo que se tiene y temiendo perderlo en vez de portarse como hombre y morir con honor y dignidad".
Cuando no hay posesiones, el general se resigna a decir: "Al menos mi destino es mío".
Con respecto a la PALABRA, hemos dicho ya que los documentos que guardaba Tomás Arroyo suponen un importante simbolismo: "Tomás Arroyo es hijo del silencio.
Su verdadera palabra son sus papeles que él entiende mejor que nadie, aunque no los sepa leer".
Observemos cómo describe el narrador la escena en que el gringo destruye los papeles de Arroyo:
"cayó el gringo viejo y las palabras se convirtieron en ceniza; cayó muerto el gringo viejo y los compañeros hablaron porque ahora los papeles con su historia ya no hablarían más por ellos[.] cayó muerto el gringo viejo y las palabras quemadas se fueron volando lejos de la hacienda".
En el capítulo XVII, el narrador define a la palabra: "Ella quizá sabía que nada es visto hasta que el escritor lo nombra. El lenguaje permite ver. Sin la palabra todos somos ciegos".
La palabra les permitía ver a esta gente, entre otras cosas, el PODER que tenían sobre esas tierras.
Sin embargo, cuando hablamos del poder, éste no siempre está legitimado como en el caso de los papeles, un ejemplo de ello es el diálogo entre Arroyo y Harriet Winslow:

"-¿Por qué no me llama general, general Arroyo?
-¡Suélteme!
- Conteste, por favor.
- Porque usted no es general. Nadie lo nombró. Estoy segura de que se nombró solito"
"-¿Que quién me nombró general? Te lo voy a decir. La desgracia me nombró general."
El general confiaba en el PODER de sus papeles porque eran válidos, según la LEY, pero según sus actos demostraba apegarse a ésta según su conveniencia: "- Usted sabe que es un crimen asesinar a oficiales de tropa capturada – dijo el coronel". Un ejemplo más concreto es el del capítulo XI: "El general Arroyo dijo que el ejército federal, cuyos oficiales habían estudiado en la academia militar francesa, [.] donde ellos conocían todas las reglas y los guerrilleros no.
  • Son como la señorita- dijo el joven mexicano, moreno, duro, casi barnizado-; ella quiere seguir las reglas; yo quiero hacerlas.
Por último, quien da un ejemplo de lo LEGAL, a pesar de cometer actos injustos, es la figura de Pancho Villa, quien fusila a Tomás Arroyo y, nuevamente, al gringo viejo para hacer todo según la ley, como se lo recordó un periodista refiriéndose al difunto escritor:
"– Con todo respeto, general, le recordamos que los cuerpos de los ciudadanos de los Estados Unidos matados en México o en cualquier parte del mundo tienen que ser regresados a solicitud de sus familiares para recibir un entierro cristiano y decente.
-¿Eso dice la ley?- gruñó Villa
-Exactamente, general
- Muéstreme dónde está escrito.
- Muchas de las leyes no están escritas, general Villa.
- ¿Una ley que no está escrita? ¿Entonces para qué demonios aprender a leer?".
Con respecto al fusilamiento del gringo: "Se escucharon los disparos y el gringo viejo cayó por segunda vez en los brazos de su vieja amiga la muerte.
  • Ahora está legalmente fusilado de frente y de acuerdo con la ley- dijo Pancho Villa.
  • ¿Qué hacemos con el cuerpo, mi general? – preguntó el comandante del pelotón.
  • Lo vamos a mandar a que lo reclamen en los Estados Unidos. Diremos que murió en una batalla contra los federales, lo capturaron y lo fusilaron.
Como hemos observado, pareciera ser que esta obra está compuesta (en su estructura temática) por dualismos: PODER-LEY; TIERRA-PALABRA; PADRE-HIJO/A; HOMBRE-MUJER, etc. Surge, sin embargo, en lo referente a la figura de la mujer, una suerte de "TRINIDAD".
Esta trinidad está compuesta por: Harriet Winslow, La Garduña y La Luna.
Si bien hemos analizado a la primera (descripción física y espiritual), ya que es fundamental como figura de la MUJER, no es suficiente ya que ésta da cuenta de una mujer extranjera, que no conoce la violencia de la guerra ni la historia del pueblo mexicano.

Para ello están las figuras de La Garduña y La Luna; estas mujeres llaman la atención del lector desde el primer momento por la rareza de sus nombres: la garduña hace referencia a una especie de mamífero parecido a la marta, que, como el personaje, posee, entre otras características, unos dientes filosos:
"La cara brutal y pintarrajeada de La Garduña con sus dientecillos limados lloraba a su lado".
La Garduña es una prostituta al servicio de Tomás Arroyo, quien la cobijó cuando ésta perdió a su familia; la nueva condición que adquirió esta mujer supone una ruptura de lo canónico, que sería, en ese contexto histórico-social: la sumisión y la devoción religiosa principalmente.
Su aspecto es desagradable: "– No, qué va- se rió La Garduña, una horrenda puta de Durango que vino a unirse a la tropa siendo la única profesional entre las soldaderas decentes que seguían a las fuerzas de mi general Arroyo.[.] Hundió las narices en un ramillete de rosas muertas que siempre traía prendidas al pecho".
Las rosas muertas también tienen un simbolismo: representan la decadencia de la vida, consecuencia de los grandes pesares de esta mujer, como ella misma lo refiere:
"-Mi padre era bien terco. Se plantó de guardia en nuestra pobre tierra de temporal.
Vino la guardia blanca de la hacienda y mató a mi papá y a mi mamá, que esperaba un hermanito o hermanita, vaya a saber. Yo era chiquita y me pude esconder debajo de una cazuela. Unos vecinos me mandaron a Durango a vivir con mi tía soltera doña Josefa Arreola [.]cuando pasó el primer destacamento revolucionario y ella salió a la calle, alborotada, miró a un muchacho joven y guapo pero con la muerte escrita en los ojos [.] y ya no regresó más a su casa, acompañando a ese muchacho que fue el padre de su hija hasta que una bala lo mató en el encuentro en La Asensión. Así dicen que se hizo puta".
Su pasado la hizo fuerte, en todo momento expresa exactamente lo que siente, no se preocupa por aparentar, todo lo contrario.
La cara pintada, sus carcajadas burlonas, sus ademanes para llamar la atención de los hombres son las características perfectas para el rol que cumple este personaje, casi carnavalesco.

Sin embargo, La Garduña no ignora que al igual que ella, otras personas han sufrido mucho en la vida; un ejemplo de ello es su modo de entender al gringo viejo:
"–Trae un dolor en la mirada- dijo de repente La Garduña, y ya lo respetó para siempre".

Como todo ser humano, tiene sentimientos; el más importante para ella es el amor hacia su pequeña hija de la que se habla en el capítulo XX: "sálvela miss, ya nosotras no sabemos qué hacer, le vino esto de repente a la hijita de La Garduña, dos años apenas, no se nos vaya a morir, se nos ahoga, le agarró un aire, mírele el color,[.] La Garduña le besó las manos a Harriet: - ¡Dios la bendiga, señorita!".
En este capítulo, Harriet Winslow salva la vida de la niña en quien se ve reflejada.
La Garduña y su hijita le recordaban a ella misma de niña y a su MADRE en la época en que su padre estaba en campaña militar.
Esto da cuenta de la relación entre estas mujeres, ya sea por compasión, reconocimiento o proyección.
Por otra parte, encontramos a La Luna, de apariencia joven, menor que Harriet y La Garduña.
Como lo habíamos referido, los nombres de estas mujeres son extraños; La Luna como es sabido se relaciona con el satélite natural de la Tierra, pero también con la deidad femenina Selene o Afrodita; con lo referente a la luz, la armonía, quien contrasta con la figura grotesca de La Garduña y con la personalidad altanera de Harriet. Es un nombre, como los que hemos visto hasta ahora, CONNOTATIVO.
La Luna representa a la mujer de clase alta, alfabetizada y delicada:
–Tú no eres campesina
Tomó las manos de la mujer y las miró.
-No. Yo sé leer y escribir"
"El trabajo desacostumbrado rasgó mi largo vestido negro, y arañó las manos [.] Estaba sudando y el baño de mis jugos despedía un olor que yo no sabía que existía en mí, miss Winslow"
Pero también debió sufrir las consecuencias de una vida monótona: "todos éramos espectros desplazándonos por turnos, desayuno, lecciones de lo que se llamaba economía doméstica, cocina, repostería, oraciones, merienda, un poco de piano, desvestirse en la oscuridad y a la cama: una vida de niña [.] y yo que pronto comprobé mi esterilidad para darle hijos era peor".
Como si con eso no bastara, debió soportar los maltratos de su marido, quien la trataba como una niña, debido a su corta edad: "Eres indecente – me interrumpió-, dices cosas indecentes en la mesa, haces cosas indecentes en la calle, te detienes a hablarte con hombres desconocidos, hombres bajos, ¿cómo te atreves, putilla ridícula?
Me derribó de un golpe y me dijo que me mandaría castigada al sótano si volvía a portarme mal".
Los malos tratos de su esposo, las restricciones del pueblo, "el qué dirán" y el tema de la edad perturbaban la identidad de esta joven, creándole confusión: "¿cómo iba yo a distinguir el verdadero origen de los rumores a través de tantísimas capas de ser y no ser y rencor y desesperanza y miedo de quedarme con nada sino mi niñez, miedo de no ser jamás una mujer verdadera, miedo de morir, como dije, reseca y humillada, consentida para nada, como una pera dejada a pudrirse en un camposanto?".
Como producto de ello, La Luna pensó en cambiar su vida afrontando los riesgos que esto implicaba. Mantener una relación con Doroteo Arango, uno de los tantos hombres que le debía dinero a su cruel marido (quien en realidad no era otro que Pancho Villa, solo que ésta no lo sabía).
Pero frustrado su romance con "Arango-Villa" y asesinado su marido, La Luna se acercó, por curiosidad, al sótano con el que la amenazaba su marido (con encerrarla allí); fue allí en donde conoció al fugitivo Tomás Arroyo, salvándolo de los Federales:
"Arranqué los tablones con mis manos, supe que debía liberar a quienquiera que disparó esos balazos. Supe que debía abrir las puertas del sótano y ver a los perros muertos allí: sólo perros, nada más.
Y verlo al salir con los labios limpios.
- Eran sólo perros. – Éstas fueron sus primeras palabras, señorita, mi amiga".
De este modo, La Luna se convirtió en la primera mujer que tuvo Arroyo, en una de sus tantas amantes luego; y, en la que lo acompañó a éste – así como Harriet acompañó al gringo- hasta el último momento de su vida:
"- ¿A dónde vas a enterrar a mi general Arroyo? – le preguntó Inocencio Mansalvo a la mujer con la cara de luna.
Ella contestó sin lágrimas que lo iba a enterrar en el desierto, donde nadie supiera nunca más de él."
Encontramos, de este modo, un paralelismo entre el accionar de La Luna y Harriet, notando una ves mas la semejanza entre estas mujeres de orígenes opuestos.
Concluido el análisis macroestructural de esta obra, debemos establecer otra perspectiva de análisis: LA ENUNCIACIÓN DEL DISCURSO; teniendo en cuenta como elementos principales la MODALIZACIÓN del enunciado, el uso de los TIEMPOS VERBALES, DEÍCTICOS, SUBJETIVEMAS, y los elementos que hacen a un TEXTO LITERARIO: PLURIVOCIDAD, INTERTEXTUALIDAD, AUTORREFERENCIA, CONNOTACIÓN, POLISEMIA, etc.
Y, por último, la estructura de la obra, estableciendo el TIEMPO DE LA ENUNCIACIÓN.

La enunciación en Gringo Viejo

"Gringo Viejo" está compuesta por veinte y tres capítulos. Es, estructuralmente, una novela CIRCULAR, comienza y termina con la misma frase: "Ella se sienta sola y recuerda".
En el capítulo II se narra el desentierro del gringo, siendo que éste es asesinado hacia el final de la obra. Es en el capítulo II en donde puede situarse el inicio de la historia de modo lineal.
Sin embargo, ya sea por estilísticas, en el capítulo VII se interrumpe la linealidad
De la historia y vuelve a retomarse en el capítulo VIII hasta el final de la misma.
Con respecto a la MODALIZACIÓN DEL ENUNCIADO, debemos considerar el punto de vista del NARRADOR para dar lugar al análisis del discurso.
El narrador es, en este caso, OMNISCIENTE; conoce todo acerca de los personajes, el espacio y el tiempo en que transcurren los hechos. Reproduce las VOCES de los personajes – ya que estamos en presencia de un texto PLURÍVOCO-, pero también describe minuciosamente las escenas. Ambas voces – la del narrador y la de los personajes- se alternan constantemente, dando cuenta del estilo narrativo.
El narrador, en sus descripciones, es muy versátil; es decir, puede describir las secuencias de un modo sutil o poético - "el gringo viejo al que él les pidió respetar estaba muerto bajo el arco iris desparramado sobre el crepúsculo después de la lluvia"- o, de un modo grotesco o vulgar – "se rió La Garduña, una horrenda puta de Durango" ó "nunca han de regresar, gritó La Garduña meneando las tetas muy oronda con su ramillete de flores muertas".
El léxico empleado es, por lo tanto, muy variado, ateniéndose al lenguaje poético o, si los personajes TOMAN LA PALABRA, formal, vulgar o marginal:
"chingada seas gringa y chingada sea La Luna y chingadas sean todas las viejas que no se parecen a mi madre" o "-Usted dedíquese a cuidar a las muchachas pa que no les suceda nada".
En términos morfológicos, observamos una ruptura de la ISOTOPÍA ESTILÍSTICA es el uso del tipo de letra bastardilla: "tú no lo sabes pero yo voy a ser dueña de todo el tiempo que gané aquí.".
En términos fonéticos, tenemos la variable de la letra "a" por "e" en la frase "ella se sienta –o siente- sola y recuerda".
Por otra parte, para analizar la modelización del enunciado, debemos tener en cuenta también, el uso de los TIEMPOS VERBALES como deícticos, indicadores del tiempo de la enunciación.
El tiempo base que opera a lo largo de la obra es el pretérito perfecto simple: "Las palas pegaron contra las maderas y los soldados se detuvieron un instante"(MUNDO NARRADO); el uso del futuro simple para las prospecciones: "La niña va a vivir porque la tomé de los pies y le azoté las nalgas"(MUNDO COMENTADO); y el pretérito pluscuamperfecto para las retrospecciones(MUNDO NARRADO), lo cual no significa que sean los únicos, sino los predominantes.
Otros DEÍCTICOS que se observan son los adverbios temporales: "Eso después. Pero hoy mismo el general se encontraría con la gente"; espaciales: "-¿Por aquí se va a Chihuahua?"; "–La lucha está dura por allí; ése es territorio de Pancho Villa"; "Allí estaban los cadáveres de Tomás Arroyo y del gringo viejo"; los pronombres demostrativos: "Allí estaba ella" "Este hombre vino a morirse – dijo Mansalvo; los apelativos: "-Ayúdeme-murmuró"; "-Oye gringo idiota, ¿no oíste la orden? ¡Regresa aquí, viejo idiota! ; y los subjetivemas: "el Mansalvo ese era un león en el combate",
"Y sin embargo allí estaba ella, sin duda terca como una mula y poco realista" "ella alta y esbelta, él bajo para ser hombre pero musculoso, compensando en fuerza viril lo que la gringa le quitaba en altura", "era un hombre flaco [.] Tenía una hermosa barba partida también".
Por otra parte, debemos entender esta obra como un texto FICCIONAL, es verosímil, es decir que es posible de ser verdadera en el mundo creado, en el que se mueve la acción. La relación entre el texto y el lector es el conocido PACTO FICCIONAL, en el que el receptor recibe a éste como no real.

Es un texto CONNOTATIVO, ya que alberga infinitas interpretaciones, sugerencias que vienen dadas, como lo hemos visto, por los planos del lenguaje (fónico, gráfico, etc.) y por lo semántico, ya sea el sentido de una frase como el de un capítulo entero (o incluso la obra completa) puesto que la connotación interviene en todo en ámbito del texto, ya que es imprescindible para agregar el PLUS de SIGNIFI-CACIÓN a lo dicho.
Es un texto AUTORREFERENCIAL, es decir, se cita a sí mismo para recuperar partes ya referidas, pero también para ampliar su significación, un claro ejemplo de ello es la relación entre el capítulo XV de esta obra con el capítulo XIX.
En este último, se retoma una historia que había quedado inconclusa en los capítulos anteriores (en donde La Luna contaba cómo salvó al general Arroyo): Se narran las circunstancias en que se encontraba un personaje, La Luna, cuando conoció al general Arroyo.
También se cita constantemente la ya mencionada frase "Ella se sienta sola y recuerda" o "El gringo viejo vino a México a morirse".
Con respecto a la PLURIVOCIDAD, como hemos dicho, el capítulo VII interrumpe la linealidad de la historia, es en este mismo en donde se observa mayor alternancia de VOCES que TOMAN LA PALABRA:

"-¿Qué hace ella ahora?
  • Ahora se sienta sola y recuerda
  • No. Ahora ella duerme.
  • Ella sueña y ya no tiene edad.
  • Ella cree cuando sueña que su sueño será su destino."
Algo similar ocurre en el capítulo XII:
"- ¿Tuvo usted dificultades al desembarcar, señorita Winslow?
  • ¿Fueron muy fisgonas las autoridades de ocupación, señorita Winslow?
  • ¿Le preguntaron sin muchas cortesías a dónde iba usted y cuál era el motivo de su viaje, señorita Winslow?"
El narrador utiliza el DISCURSO REFERIDO para introducir otros enunciados dentro del mismo.
Se emplea el estilo directo:
"-¿Qué quieres decir? –preguntó ella, sorprendida una vez más por este hombre cuyas palabras eran su sorpresa.
-¿Por qué regresaste aquí? – dijo ella tratando de ser comprensiva."
El estilo indirecto:
"Él dijo que durante treinta años había estado detenido sin moverse mirando la hacienda"; "Villa no miró a Arroyo, pero dijo que no quería andar cargando cadáveres de gringos"
Y, con menor frecuencia, el estilo indirecto libre, es decir aquella CONTAMINACIÓN DE VOCES dentro de la misma secuencia discursiva:
"(Ahora ella se está sola y recuerda: Así no es la vida como yo la entiendo. Ah, ¿ahora ella entendía la vida al fin, después de ser amada por él?)"
"Pegó duro con el puño sobre el arzón y sintió y sintió el movimiento de su imaginación literaria venciéndolo de nuevo, nerviosamente subiendo en cosquillas desde sus estribos a lo largo de las piernas largas y flacas, hasta el nudo de las emociones en el centro solar del pecho.¿Estaba aquí para morir o para escribir una novela sobre un general mexicano y un gringo viejo y una maestra de escuela de Washington perdida en los desiertos del norte de México?".
Si estamos en presencia de un texto plurívoco, estamos también en presencia de un texto polisémico, que, como hemos mencionado, supone diversas lecturas, interpretaciones.
Estas diversas maneras de recibir una misma obra provienen de una de las características del discurso literario, la de ser un TEXTO ABIERTO.
Otra de las características del texto literario es la INTERTEX-TUALIDAD, en donde se introducen, en el presente texto, rasgos de otros discursos que, como la connotación propiamente dicha, agrega un plus extra de significación al enunciado.
Encontramos, en esta obra, varias formas de intertextualidad, una de ella es, en el capítulo X, la PARODIA de Los Diez Mandamientos, en la cual, desde luego, la obra aludida es "La Biblia" y, por otra parte (podría ser desde el ESTILO narrativo), "El Diccionario del diablo", ya que posee el sarcasmo de la obra del escritor Ambroise Beirce, a quien representa el Gringo viejo:
"No adoréis más imágenes que las que aparecen en las monedas de vuestro país; no matéis, pues la muerte libera a tu enemigo de su constante penar; no robéis, es más fácil dejarse sobornar; honra a tu padre y a tu madre, a ver si te heredan su fortuna".
También se menciona esta última obra en reiteradas ocasiones:
"-No las lea – dijo el viejo, limpiándose el bigote del sabor pungente del tequila-.
Son obras muy amargas, diccionarios del diablo."
Por otro lado, se alude a la obra de Cervantes: "El Quijote", el cual el gringo quería leer antes de morir.
También se mencionan fragmentos de la carta que A. Beirce dejó a sus amigos antes de marcharse a México: "Ser un gringo en México. Eso es eutanasia".
La descripción del espacio geográfico y el momento histórico también dan cuenta de la intertextualidad; se mencionan ciudades -Chihuahua, Washington DC-, países –México, EE.UU., Cuba- y personajes históricos reales como Pancho Villa, el presidente Díaz, Carranza, el director de la cadena periodística: Hearst y, desde luego, Ambroise Beirce, el escritor.
También se mencionan acontecimientos históricos como la Revolución mexicana y la Guerra de Secesión – de la que participó, en la vida real, Beirce-.
Un último aspecto que hemos encontrado a modo de homenaje o recordatorio, y, que por otra parte podríamos encuadrar en el plano de lo intertextual, es el tema del FUEGO.
Aunque parezca superfluo, el fuego ha representado, en esta obra, el elemento destructor de lo vital para los personajes de esta historia (la destrucción, por el fuego,
De la hacienda de Los Miranda, así como los papeles que legitimaban la propiedad de las tierras), lo cual podría relacionarse con la suerte que corrieron los indios cuando los conquistadores quemaban sus libros –que como los papeles de Arroyo, representaban, en forma escrita, la historia del pueblo- o sus casas – en este caso, es el general Arroyo quien quema la hacienda de los patrones, pero los fines siguen siendo los mismo: la destrucción.
Dicha comparación no es tomada al azar, puesto que en la narración, como hemos visto, se tiene en cuenta la figura del indio como parte de la comunidad, del pueblo:
"cuando enterramos a Graciano, todos nuestros antepasados se llegaron a la reunión, los apaches y los tobosos y los laguneros errantes que cazaron y mataron en la tierra cuando la tierra no era de nadie".
Este paralelismo entre los símbolos mencionados se observa en pocos fragmentos, sin embargo, no podíamos obviarlos.
Concluidos los análisis, presentamos a continuación una reseña sobre la vida y obra del autor, junto con la corriente literaria a la que pertenece para terminar de comprender algunos conceptos.
Carlos Fuentes: Vida
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Nace el 11 de noviembre de 1928 en Panamá en donde su padre comenzaba su carrera diplomática como representante de México.En los años treinta su padre fue asignado como embajador de México en Washington D.C. creciendo en medio del vibrante mundo americano de esa década. Ahí, al lado de su padre, estudió la Historia y Geografía de México. En su imaginación fabricaría un México similar a la tierra de Oz. Al menos así parecía a la vista de un joven mexicano, hijo de un diplomático y viviendo en un hotel de lujo en la 16th street de Washington con una vista majestuosa del Meridian Hill Park. En aquella época Fuentes encontró en la lectura de Mark Tawin, en las imágenes de las películas y los diarios la capacidad de mezclar ilusiones con un corazón que latía verdad, autocelebración de triunfos. En su escuela, una escuela pública, se reflejaban estas realidades en las que había que creer. Creyó entonces en una democracia que se iniciaba en su salón de clases, mundo en el cual, por supuesto, él participaba con una parte democráticamente importante. "En E.U.A. es importante, a cualquier edad y en cualquier ocupación, el ser "popular". No he conocido otra sociedad en la que la disciplina mantenga una alta estima. Yo era popular. Yo era "normal". Pasarían varios años para que Fuentes lograra descubrir la realidad de la tierra mexicana. Mientras tanto vivió en Chile y Buenos Aires en donde tuvo un acercamiento importante con grandes personalidades de la esfera cultural, como Pablo Neruda y David Alfaro Siqueiros entre otros.
Llega a México a la edad de 16 años donde estudió la Preparatoria. Se inició en el periodismo como colaborador de la revista "Hoy" y obtuvo el primer lugar del concurso literario del Colegio Francés Morelos. Posteriormente obtiene el titulo de Licenciado en Derecho por la UNAM. En 1950 viaja a Europa y realiza estudios de Derecho Internacional en la Universidad de Ginebra. Aquí logró complementar su perspectiva literaria: La épica moderna había sido la épica de la primera persona del singular, del Yo de San Agustín a Abelard, a Dante, Rosseau, Stendhal, Proust, Joyce. A su regreso a México, Fuentes descubría en sí mismo que su verdadero bautismo se lograba en la idea de que no importaba a dónde fuera, el español debía ser la lengua de su obra y Latinoamérica la cultura de su lengua. Para entonces Octavio Paz había escrito dos libros que daban un nuevo perfil a la literatura mexicana: "Libertad bajo palabra" y "El laberinto de la Soledad" obras que influyeron notablemente las perspectivas de Fuentes. De su amistad con Paz aprendió que no existían culturas, razas, ni políticas privilegiadas; que nada debía apartarse de la literatura porque nuestro tiempo vivía el momento de las mortales reducciones. Para la generación de Fuentes, el problema no consistía en descubrir la modernidad de México sino su tradición. El pasado se encontraba brutalmente dañado por la enseñanza petrificada que se impartía en las escuelas secundarias; predominaban formas grotescas de nacionalismo. Un maestro marxista le dijo en una ocasión que leer a Kafka era antinacionalista; un crítico fascista le dijo lo mismo y un autor mexicano que daba una pomposa lectura en Bellas Artes juzgaba a los lectores de Proust como prostituidos. En 1959 publica sus primeros cuentos titulados "Los días enmascarados", reunidos en la Colección Los Presentes. Al lado de Emmanuel Carballo dirige la "Revista Mexicana de Literatura", y "El Espectador" con Víctor González Olea y Enrique González Pedrero. El México de los años cuarenta y cincuenta que Carlos Fuentes describió en "La región más transparente", es un México imaginario, tal como escribiera sobre el México de los años ochenta y noventa en "Cristóbal Nonato". Pensaba que el Londres de Dickens y el París de Balzac no podían haberse conocido si ellos no los hubieran primero imaginado. Su obra recibe en este momento una importante influencia: el pensamiento y la obra de Balzac. Durante los años sesenta vivió en París, Venecia, Londres y México. En 1962 escribe "Aura" novela en la que nunca quiso resolver un enigma. Lo importante era reconocer que ahí existía un enigma. En los setenta estuvo en el Instituto Woodrow Willson de Washington. Fue embajador de México en Francia (1972-1978) cargo al que renuncia en el momento en el que Gustavo Díaz Ordaz es nombrado embajador de México en España. El Ex-Presidente era el asesino del movimiento estudiantil del 68 en Tlatelolco. En 1984 recibe el Premio Nacional de Ciencias y en 1987 se le otorga el Premio Cervantes.

Obras de Carlos Fuentes

- Los días enmascarados (1954) - La región más transparente (1958) - Las buenas conciencias (1959) - Aura (1962)- La muerte de Artemio Cruz (1962) - Cantar de ciegos (1964) - Zona Sagrada (1967)- Cambio de piel (1967)- Cumpleaños (1969) - La nueva novela hispanoamericana (1969)- El mundo de José Luis Cuevas (1969) - Todos los gatos son pardos (1970)- El tuerto es rey (1970)- Casa con dos puertas (1970)- Tiempo mexicano (1971)- Los reinos originario teatro hispano-mexicano (1971) - Cuerpos y ofrendas (1972) - Terra Nostra (1975) - Cervantes o la crítica de la lectura (1976)- La cabeza de la hidra (1978) - Una familia lejana (1980) - Agua quemada (1981) - Orquídeas a la luz de la luna (1982)- Gringo Viejo (1985) - Cristóbal Nonato (1987)
- Constancia y otras novelas para vírgenes (1990) - Valiente mundo nuevo (1990) -La campaña (1990) -Ceremonias del alba (1990) -El espejo enterrado (1992) -El naranjo o los círculos del tiempo (1993) -Diana o la Cazadora Solitaria (1996)

El Boom Hispanoamericano

Concepto

Difusión exitosa y simultánea de un reducido grupo de escritores, en los años sesenta del siglo XX, que no configuraron ningún grupo, tendencia o escuela artística, y cuya única seña de identidad en común era el uso de la lengua española y el hecho no ser nativos de España sino de diversos países del bloque hispanoamericano.
La mayoría de los especialistas suele situar el inicio de este fenómeno centrado en el género novelístico, con obras que estuvieron no sólo un gran reconocimiento crítico sino también un elevado número de lectores en junio de 1963, con la publicación de la mítica y revolucionaria rayuela, del argentino J. Cortázar, que fue contemporánea de los primeros títulos significativos del peruano M. Vargas Llosa (La ciudad de los perros, 1963; La casa verde, 1966), del mexicano C. Fuentes( la muerte de Artemio Cruz, 1962; cambio de piel, 1967) y sobre todo el colombiano G. García Márquez, cuya novela Cien Años de Soledad ( 1967), consolidó el boom hasta el punto de convertirse en la obra más famosa, vendida y traducida de la lengua española, entre todas las posteriores del quijote.
Estos cuatro autores constituyeron el indiscutible grupo protagónico del acontecimiento editorial que se comenta, y que tuvo como principal virtud la de ayudar a difundir y apreciar en el ámbito internacional el hombre y la obra de otros autores hispanoamericanos que les habían precedido o que eran sus contemporáneos, e incluso de muchos otros que surgieron en los años inmediatamente posteriores, hasta finales de la década de los sesenta; fecha en la que puede situarse el final de este periodo expansivo de las literaturas hispánicas transatlánticas, en una Europa y unos Estados Unidos hasta entonces más bien indiferentes ante ellas.
En el primer grupo configurado por autores de la obra ya consolidada que el boom ayudó a poner en circulación a partir de la segunda mitad de los años sesenta, cabe mencionar a los argentinos J. L. Borges, E .Sábato, A. Bioy Casares; y M. Mujica Láinez, al uruguayo J. C. Onetti, al chileno J. Donoso, al peruano J. R. Ribeyro, al colombiano A. Mutis, al venezolano A. Uslar Pietri, al paraguayo A. R. Bastos; a los cubanos Infante, al guatemalteco M. A. Austrias y a los mexicanos J. Rulfo y J. J. Arreola.