EL COSTUMBRISMO
El costumbrismo literario es la aplicación del
movimiento artístico conocido como costumbrismo
a las obras
literarias. El costumbrismo literario consiste en reflejar los usos
y costumbres sociales sin analizarlos ni interpretarlos, ya que de ese modo se
entraría en el realismo literario, con el que se halla
directamente relacionado. Así, se limita a la descripción, casi pictórica, de
lo más externo de la vida cotidiana. Por lo general se da en prosa más que en verso, lo cual no quiere
decir que sea privativo; el género teatral ha dado grandes obras costumbristas.
También se define como: Tendencia o género literario
que se caracteriza por el retrato e interpretación de las costumbres y tipos
del País. La descripción que resulta es conocida como "cuadro de
costumbres" si retrata una escena típica, o "artículo de
costumbres" si describe con tono humorístico y satírico algún aspecto de
la vida.
El costumbrismo literario tuvo
su apogeo, especialmente en la literatura española e inglesa, en el siglo XIX
pero a lo largo de toda la historia de la literatura siempre se dio el incluir
cuadros costumbristas dentro de obras de mayor sentido literario y de
diferentes estilos.
Se tiende a hablar del
costumbrismo referido sobre todo a autores a partir del siglo XIX,
cuando la burguesía, tras el estallido romántico
o incluso dentro de él, siente la melancolía de sus perdidos orígenes
campesinos y ve que con la Revolución Industrial y el éxodo del campo
a la ciudad ciertas costumbres y valores tradicionales empiezan a perderse o
transformarse, pero también para diferenciarse y distinguirse claramente de
ellas.
Características
El costumbrismo, a diferencia
del Realismo, con el que se halla estrechamente
relacionado, no realiza un análisis de esos usos y costumbres que relata y por
tanto se queda en un mero retrato o reflejo sin opinión de dichas costumbres,
motivo por el que a menudo se habla de cuadros costumbristas o de género para
referirse a cualquiera de estas manifestaciones, no sólo a las pictóricas. Por
otra parte, el género literario del libro de viajes se muestra, cuando no
aparece analizado y crítico, sino meramente impresionista, la misma desviación
superficial o defecto que cabe denominar Pintoresquismo.
Los cuadros
de costumbres
Artículo principal: Cuadro de costumbres
Los cuadros de costumbres,
llamados también artículos de costumbres son bocetos cortos en los que se
pintan costumbres, usos, hábitos, tipos característicos o representativos de la
sociedad, paisaje, diversiones y hasta animales, unas veces con el ánimo de
divertir (cuadros amenos) y otras con marcada intención de crítica social y de
indicar reformas con dimensión moralizadora.
El artículo de costumbre es
uno de los géneros más ampliamente leídos en el Mundo Hispánico, al parecer
porque interpretan raíces hondas de la raza y corresponden al gusto por estos
estudios de la realidad circundante. Son características de los cuadros de costumbres:
acendrado localismo en sus tipos y lengua; color local, énfasis en el enfoque
de los pintoresco y representativo; popularismo; sátira y crítica social, con
intención de reforma; infiltración del tema político-social; reproducción casi
fotográfica de la realidad con escenas a veces muy crudas y vocabulario rudo y
hasta grosero; colorido, plasticidad. Constituye el costumbrismo el punto de
partida para el realismo y el naturalismo que vendrían después. El cuadro
costumbrista nació indisolublemente ligado al periodismo, quizás por su
carácter popular y su anhelo de resaltar costumbres contemporáneas.
La novela
costumbrista
En parte, la novela
costumbrista que tuvo numerosos cultores, debe considerarse como la hermana
mayor del cuadro de costumbres, que tanta difusión alcanza en la época de
apogeo. Aunque en realidad lo que hacía por lo común la novela costumbrista era
disponer como fondo una sucesión de escenas populares, de acentuado color
local, a las cuales estaba íntimamente ligada la trama de la obra.
A su vez, conviene declarar
que ciertos contactos entre la novela social y la novela costumbrista se rompen
al considerar que la segunda acentúa en particular lo local, lo pintoresco que
trata de justificarse precisamente por eso, en su carácter propio, distintivo,
fuera de alegatos o choques de capas sociales.
El
costumbrismo literario en Europa
Es curioso comprobar que en
países con una gran tradición de novela realista no se ha dedicado atención
crítica a sus escritores costumbristas, mientras que sí la han dedicado a los
de otros países.
Costumbrismo
en la literatura inglesa
En Inglaterra
fueron escritores costumbristas Richard
Steele (1672-1729), que publicó su revista costumbrista The
Tatler, y Joseph Addison (1672-1719), quien en unión del
anterior fundó The Spectator, una publicación de las más
influyentes en cuanto al costumbrismo europeo se refiere; no en vano ambos han
sido considerados los fundadores del costumbrismo o los inventores de lo que
ellos mismos denominan Essay or sketch of manners.
Costumbrismo
literario en Francia
La literatura francesa, tras
las traducciones de Pierre de Marivaux (1688-1763) y los ensayos de
Louis Sébastien Mercier (1740-1814), tiene
como un representante del género costumbrista al abate Étienne de
Jouy (1764 - 1846), cuya obra, que influyó notablemente la del
costumbrista español Mariano José de Larra, apareció en la Gazette
de France entre los años 1811 y 1817. Así mismo está Paul-Louis Courier (1772-1825), menos conocido
entre los españoles pero tan importante como Jouy.
Costumbrismo
literario en España
Una de las características del
arte español, especialmente en su literatura, es su tendencia al Realismo, que
empieza a perfilarse ya incluso en el primer texto escrito conservado de su
literatura narrativa, el Cantar de Mio
Cid, y se prolonga a través del elemento popular que impregna el
Libro de Buen Amor, La Celestina,
el Lazarillo
o el mismo Don Quijote.
Como uno de los elementos que
constituyen este complejo rasgo, el costumbrismo empieza a desarrollarse en
España sobre todo en el siglo XVII a causa de las directrices popularizantes
que vienen desde el Concilio de Trento y la Contrarreforma
y el cierre de fronteras culturales decretado por Felipe II.
Vemos así a pintores como Caravaggio tomar como modelos a personas y ambientes populares
nada presuntuosos que permiten al pueblo identificarse con un tipo de
religiosidad más cercana. Vemos tipos populares en cuadros de Diego
Velázquez y Bartolomé Esteban Murillo, y el
costumbrismo se convierte en uno de los elementos que forman géneros literarios
satíricos como la novela picaresca y cómicos como el entremés;
se considera, por lo general, que son Juan de
Zabaleta, Francisco Santos, Antonio Liñán y Verdugo y Bautista Remiro de Navarra los primeros
escritores barrocos costumbristas que se especializaron en este tipo de temas.
El entremés se transforma en sainete
en el siglo XVIII, con autores tan importantes como Ramón de la Cruz, especializado en un cierto madrileñismo, y Juan Ignacio González del Castillo,
quien reproduce tipos y costumbres gaditanas. En el setecientos algunos
pintores empiezan a fijarse en costumbres y tipos populares a través de modas
como el majismo,
y Francisco de Goya en sus cartones para tapices
o en sus grabados sobre tauromaquia y la familia Bécquer, con sus
escenas populares sevillanas, llegan a crear toda una escuela de pintura
consagrada a las costumbres andaluzas, formada por José Domínguez Bécquer (1805–1841), padre
del famoso poeta y del pintor Valeriano Bécquer (1833–1870), cuyo primo fue también
pintor costumbrista: Joaquín Domínguez Bécquer (1817–1879). Por
otra parte en los ambientes culturales se contraponía al cosmopolitismo
y el afrancesamiento de la Ilustración
el Casticismo,
una tendencia a fijar un patrón nacional, natural y popular para el estilo
literario con fundamento en la tradición autóctona.
En el siglo XIX ese elemento
adquiere independencia por medio del elemento subjetivo que impregna el Romanticismo,
haciendo que se renueve el interés por la identidad colectiva o volkgeist
(carácter nacional o popular) por medio del Nacionalismo
y el Regionalismo,
plasmándose en géneros a propósito como el artículo o cuadro de costumbres, cultivado en la
prensa y luego recogido en colecciones individuales o colectivas por autores
como Sebastián Miñano y Bedoya, Mariano José de Larra, Ramón de Mesonero Romanos y Serafín Estébanez Calderón, entre muchos
otros, y la novela de costumbres, pero
también en el teatro a través del género chico,
y aparece como elemento no despreciable en las novelas del Realismo (Fernán Caballero, José María de Pereda, Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán y Juan Valera.
En el Naturalismo
destaca por sus novelas de ambientación valenciana Vicente Blasco Ibáñez, quien halla
correlato en las vistosas y deslumbrantes pinturas valencianas de Joaquín
Sorolla. Otro género literario, el libro de
viajes, cultivado tanto por autores nacionales como extranjeros, es
también hijo de la curiosidad que siente la época por todo lo relacionado con
las costumbres pintorescas,
El costumbrismo invade la zarzuela
decimonónica y un cierto tipo de teatro por
horas heredero del entremés. La nacida ciencia del folklore,
que estudia de forma científica las tradiciones populares, se ocupa en
recopilar, clasificar y estudiar lírica tradicional, Cuentos, coplas, música,
juegos,
supersticiones
y creencias, refranes,
artesanía,
gastronomía,
ceremonias,
ritos, Tradiciones populares, fiestas, leyendas,
canciones,
bailes
y romances
vulgares, materia en la que destacan algunos eruditos como Agustín Durán, Antonio Machado Álvarez, Francisco Rodríguez Marín, Eusebio Vasco
y muchos otros. En la literatura este interés por la literatura popular se
vierte a través del llamado Neopopularismo
de los siglos XIX y XX. En el siglo XIX se llega a escribir literatura seria en
dialectos como el extremeño (José María Gabriel y Galán, Luis Chamizo),
asturiano
o incluso el murciano.
Ya en el siglo XX destacan por
sus comedias costumbristas andaluzas los hermanos
Quintero y por sus piezas madrileñas Carlos
Arniches; el elemento costumbrista aparece como primordial en el
pintor y escritor expresionista José Gutiérrez Solana, uno de los pocos
escritores costumbristas que no ensalza lo popular y se muestra crudamente
crítico en, por ejemplo, su La España negra (1920), contra las pinturas
complacientes de Julio Romero de Torres (sin embargo, de
fondos expresionistas) o más equilibradas de Ignacio
Zuloaga; sin embargo, a partir de la Guerra Civil,
este costumbrismo involuciona identificándose con el superficial y acrítico pintoresquismo
de los viajeros europeos a España del siglo XIX y con un empobrecedor
reduccionismo andalucista que venía bien a la necesidad económica de fomentar
el Turismo,
especialmente en el cine, donde se llegó a denominar este tipo de productos
como españoladas.
Se salvan, sin embargo, algunos autores de preguerra y de posguerra, que siguen
la tradición dedimonónica del cuadro de costumbres, un grupo de los
cuales, encabezado por Ramón Gómez de la Serna (Elucidario de
Madrid, El Rastro) gira en torno al llamado madrileñismo, como Eusebio
Blasco (1844-1903), Pedro de
Répide (1882-1947), Emiliano Ramírez Ángel (1883-1928), Luis Bello
o, ya en la posguerra, Federico Carlos Sainz de Robles.
En cuanto al andalucismo, la caudalosa vena decimonónica se renueva con
escritores como José Nogales (1860-1908), Salvador
Rueda (1857-1933), Arturo Reyes
(1864-1913) y otros. Más valor y tintes sombríos posee el costumbrismo de la
llamada Generación del 98, que busca en sus viajes la España real frente a la
España oficial: Miguel de Unamuno escribe De mi país
(1903), Pío Baroja su Vitrina pintoresca (1935),
acogiendo en sus trilogías vascas costumbres de esa comarca, al igual que en
sus aguafuertes
y literatura su hermano Ricardo Baroja; Azorín
se asoma al paisaje castellano y andaluz (Los pueblos, Alma española,
Madrid. Guía sentimental...). Posteriormente, sólo parecen haber contado
con el elemento costumbrista autores como Camilo José Cela, creador de un nuevo tipo de
cuadro de costumbres, el esbozo carpetovetónico,
cercano al esperpento,
y autores como Francisco Candel, Ramón Ayerra
o Francisco Umbral, autor este último de un
cierto tipo de costumbrismo antiburgués de esplendoroso estilo.
Costumbrismo
literario en Hispanoamérica
La novela costumbrista tuvo
especial resonancia en algunos países. Así, en México
o en Colombia,
donde el costumbrismo se inserta también en el campo de otras novelas, no
específicamente costumbristas. Por ejemplo, es notorio el peso que elementos de
esta naturaleza tienen en una novela sentimental como María
(novela), de Jorge Isaac. Es evidente que el costumbrismo no
se superpone aquí al eje fundamental de relato, pero es indudable también
que—aún sin fusionarse—lo sentimos (y evocamos) como un elemento imprescindible
del relato: fondo vivo y tema secundario que sirve a menudo de necesaria,
aquíetadora alternancia a la historia sentimental. También, punto de
referencia, ámbito de hombre y circunstancia en que la novela nace.
En general, el costumbrismo
suele hallarse como ingrediente en gran parte de las novelas hispanoamericanas
de todo tipo, de la misma manera que suele hallarse el paisaje americano. Así
como a veces recurrían a épocas y tierras lejanas, en ansías de evasión, otras
veces gustaban de lo cercano y cotidiano, que—entonces, sobre todo—despuntaba
primicias inéditas. Era esta también una manera de ganar lectores y aún de dar
"sello" americano a las novelas. Por una parte, realidad conocida
(para el lector de estas tierras), y, por otra, diferenciación frente a obras
más famosas que venían del otro lado del Atlántico.
Naturalmente, resultaba común que la obra
costumbrista americana, en su afán de reflejar de la manera más fiel posible
una realidad, abundara en localismos. De ahí también las notas y explicaciones
en textos que aspiran a ganar lectores lejanos.
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