CUADRANTE III
SELECCIONA LA OPCIÓN CORRECTA E IMPRIME PARA ENTREGAR A LA PROFESORA.
LAS MIL Y UNA NOCHES
Cuando
reinaba el califa Al-Mahdi, se presentó
un hombre llamado
Isaac Saíd ante el portero del palacio y le dijo:
-Anúnciame
al emir de los creyentes.
Y Rebi, el
portero, le preguntó:
-Dime quién
eres y qué es lo que pretendes.
Y Saíd le
respondió:
-Yo soy un
hombre que ha tenido una visión relacionada con el emir
de los creyentes y querría contársela.
Y el portero
Rebi le replicó:
-¿Vaya con
éste! Si la gente no suele dar crédito a lo que ve, ¿cómo va a dárselo a lo que otros le cuentan? Discurre otra treta mejor que
ésta.
Pero Saíd le
dijo al portero:
Está bien;
pero te prevengo que si no pasas a anunciarle mi presencia al califa, me valdré
de otro que me haga llegar hasta él, y entonces
le contaré que te rogué que me anunciases y te negaste.
Pasó luego
Rebi a la cámara del califa y le dijo:
-¡Oh, emir
de los creyentes! A la puerta hay un hombre que pretende haber tenido una visión buena relacionada
contigo y desea contártela.
-Pues hazle
pasar -díjole Al-Mahdi.
Pasó Saíd a
la presencia del califa. Y dicen que era Saíd hombre de
buena planta y buena cara, y tenía unas barbas muy largas y una
lengua muy suelta. Y, al verlo, le
preguntó el califa:
-¿Qué visión
fue esa que tuviste, así Alá te bendiga?
-Vi a
alguien que venía a mí en un sueño y me decía: "Anúnciale al
emir de los creyentes que se sentará en el trono por espacio de
treinta años y, en señal de eso, verá la
próxima noche en su sueño un rubí y
luego treinta rubíes más".
Al oír
aquello exclamó Al-Mahdi:
-¡Qué bello
sueño! He de probar lo que dices en mi sueño esta noche, y si se confirma tu anuncio, te daré más de
lo que pudieras ambicionar; y si no
fuera así, no te he de castigar, pues los sueños dicen una veces la verdad y
otras nos engañan.
Luego que
acabó de hablar el califa, le dijo Saíd:
-¡Oh, emir
de los creyentes! Cuando yo vuelva a mi casa y le cuente a mi familia que tuve el honor de llegar
hasta el califa (Alá le colme de
mercedes) y me vean que vuelvo con las manos vacías, ¿qué
dirán? ¡Creerán que es
mentira!
-¿Pues qué
quieres que haga? -le dijo Al-Mahdi.
Y le
contestó Saíd:
-¡Oh, emir
de los creyentes! Anticípame algo a cuenta de lo prometido. Mandó entonces el califa que le diesen diez
mil monedas y le pidió un fiador de que había de volver al día siguiente.
Tomó Saíd el dinero y Al-Mahdi le
preguntó:
-Bueno;
¿quién es tu fiador?
Miró Saíd a
su alrededor y se fijó en un mozo que allí estaba, y dijo al califa:
-Este será mi fiador.
Al-Mahdi
preguntó al muchacho:
-¿Sales
fiador por él?
Y el
muchacho exclamó:
-Sí, emir de
los creyentes. Yo seré su faidor.
Fuese luego
Saíd de allí con las diez mil monedas.
Y sucedió que,
llegada la noche de aquel día, tuvo el califa en su sueño la visión
que Saíd le había anunciado, todo al pie
de la letra, como él
le había indicado.
Al amanecer,
Saíd se levantó y se dirigió a la puerta del califa, y pidió que le anunciasen su venida. Dio luego
Al-Mahdi orden de que lo introdujeran y, no bien posó en él su
mirada, le dijo:
-¿Dónde está
la verdad de lo que me dijiste?
Y Saíd le
replicó:
-¿Pues qué
fue lo que vio el emir de los creyentes?
Demoró el
califa la respuesta y dijo:
-En verdad
tuve la visión que me dijiste, tal y
como me la describiste.
Y en el acto
mandó que le diesen tres mil dinares y diez arcas de ropas de todas clases y tres caballerías
de las mejores que en
sus cuadras
había.
Cargó Saíd
con todo aquello y se retiró muy
contento. Y he aquí que, en la puerta, se tropezó con aquel muchacho que
le había servido de fiador.
Y el mozo le
comentó:
-Por lo
visto ese sueño tenía su fundamento.
Y Saíd le
contestó:
-¡Por Alá,
que no!
Pero el
chico le replicó:
-¿Cómo es
eso si el emir de los creyentes tuvo
el sueño que
le anunciaste con todos sus
detalles?
-Sí -dijo
Saíd-; pero esos son delirios que no tienen padre. Pues todo se debe a que al
decirle yo al califa esas palabras
impresioné su espíritu y cautivé su corazón y ocupé su
imaginación, y al echarse luego a dormir, seguía preocupado con aquello que
tenía en su corazón y en su sueño lo
vio.
Maravillado se quedó al oírlo el muchacho y
Saíd le dijo:
-Ya sabes el
secreto; te lo he revelado en atención al favor que me hiciste saliendo mi fiador. Pero, por Alá, te
ruego que no lo dejes salir de tu pecho.
Y es el caso
que, a partir de aquel día, pasó Saíd
a ser comensal
del califa, el cual se encariñó con él y lo nombró juez y no le
retiró su favor y atenciones mientras
vivió. ¡Pero Alá es más sabio!
Anónimo.
Las mil y
una noches.
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