miércoles, 17 de septiembre de 2014

COMPRENSIÓN LECTORA I




                 

                             El mito de Prometeo y Pandora

Prometeo era un Titán -un dios griego-, hijo de Jápeto y de Clímene, la ninfa de lo mares. Prometeo, que significa “mirar hacia adelante” en griego, tenía un hermano, Epimeteo, que significa “mirar hacia atrás”.

Prometeo sabía que en la tierra se hallaba la simiente de los cielos, y por ello recogió un puñado dearcilla, la mojó con sus lagrimas y la amasó, formando con ella varias imágenes semejantes a los dioses: los Hombres.
Atenea, diosa de la sabiduría, admiró la obra  e insufló en las imágenes el soplo divino dándoles vida. Les dió a ellos para beber un néctar mágico para que pudiesen recuperar su pureza, regenerarse, en el caso de que un día la perdiesen.
Fue así que surgieron, según el mito, los seres humanos. Por mucho tiempo no supieron hacer uso de la centella o chispa divina que habían recibido, no teniendo siquiera conocimiento de cómo trabajar con los materiales de la naturaleza que estaban a su disposición por todas partes.
Prometeo entonces se aproximó a sus criaturas y les enseñó a subyugar a los animales y usarlos como auxiliares en el trabajo. Les mostró como construir barcos y velas para la navegación, les enseñó a observar las estrellas, a dominar el arte de contar y escribir, a que descubriesen los metales debajo de la tierra y hasta cómo preparar los alimentos nutritivos, los ungüentos para los dolores y otros remedios para curar las dolencias.
Pero Zeus sospechaba de los seres humanos, ya que no fue él quien los creó. Ellos provenían de un antiguo mundo que él pretendía modificar íntegramente, y siendo así no tenia interés alguno en mantenerlos en la tierra.
Prometeo era una divinidad díscola y fueron frecuentes los enfrentamientos con el dios supremo, Zeus. Prometeo se apiadaba de los simples mortales y siempre trató de favorecerles ante su destino.
                                               La caída de los Titanes, de Cornelis van Haarlem.

Durante un sacrificio ritual en Mecone, Prometeo había sacrificado un buey haciendo dos partes; en un lado puso toda la carne y las entrañas, recubriéndolas con el vientre del animal, y en el otro puso los huesos mondos cubriéndolos con grasa blanca. Pidió a Zeus que escogiese su parte, el resto quedaría para los hombres, y este escogió la grasa blanca y cuando descubrió que solo había huesos sintió un profundo rencor hacia Prometeo y hacia los mortales. Finalmente castigó a la humanidad entera prohibiendo el uso del fuego, que pasó a ser exclusivamente un derecho divino.
Cuando Prometeo reivindicó para ellos el fuego, que les era imprescindible para la preparación de los alimentos, para el trabajo y principalmente para el progreso material y desenvolvimiento espiritual, el Dios griego decidió negárselo, temiendo que las nuevas criaturas se volviesen más poderosas que él.
Una vez más Prometeo se revela contra los caprichosos castigos del dios supremo y escala el monte Olimpo para sustraer el fuego. La llama sagrada la portó en una rama de hinojo, y en su descenso al mundo de los mortales fué repartiendo la luz y el calor  que proporcionaba ese fuego en todos los hogares que se encontraba a su paso. Al final, el fuego estaba tan difundido entre los hombres que los dioses ya no puedieron hacer nada por impedir que la humanidad quedara para siempre iluminada, por el amor de Prometeo y su traición a Zeus.
Zeus es siempre vengativo e ideó un castigo:

                                                                     Pandora.

Ordenó a Hefesto, el dios herrero (Vulcano), que modelara a partir de una masa de arcilla la figura de una mujer bellísima, de insuperable belleza, a la que se llamó Pandora. Una vez creada, Zeus la insufló vida y posteriormente, se la presento a Epimeteo (el hermano de Prometeo) para que este se enamorara y se casase con ella. Además Zeus entregó a su hijo Hermes (Mercurio) una caja sellada como dote para Epimeteo. El regalo tenía trampa: esa caja no debia ser abierta nunca. En ninguna circunstancia. Prometeo advirtió a su hermano que todo se trataba de una mezquindad de Zeus y que era una venganza, pero Epimeteo no hizo caso.
Fascinada por la curiosidad, Pandora no pudo resistir la tentación a la que era expuesta y finalmente abrió la famosa “Caja de Pandora”, saliendo de ella todas las enfermedades, miseras, dolores, sufrimientos para atormentar a la humanidad. Pandora luchó por cerrar la caja, y cuando lo consiguió, solo quedo dentro la Esperanza. La humanidad pagaba por haber aceptado el fuego de Prometeo.
Ahora le tocaba el turno al mismo Prometeo. Aparte de haber robado el fuego sagrado, Prometeo era conocedor de una profecía que predecía el fin de Zeus a   través de un hijo suyo con una diosa. Prometeo no quiso nunca desvelar a Zeus el   nombre de la diosa que iba a dar un hijo traidor a su padre: era Tetis, pero Prometeo siempre se negó a dar su nombre.
Zeus estaba decidido a arrancarle el secreto por la fuerza, encadenando al titán en una de las laderas del monte Cáucaso.  También fue condenado a una tortura increiblemente cruel: Un águila volaba por el día hasta Prometeo y le arrancaba el hígado a picotazos. Durante la noche la herida se sanaba para que al día siguiente, de nuevo la visita de la gigantesca rapaz volviera a causar una indescriptible tortura a Prometeo.  Durante días, semanas, años y siglos el lamento de Prometeo resonaría con una aguda tristeza plagada de lamentos y llantos producto del dolor más desgarrante, pero no eran lamentos de arrepentimiento ya que éste nunca se arrepentiría de haber ayudado a los humanos.
Así sucedió durante varias generaciones de dolor y sufrimiento, hasta que Heracles (Hércules) llegó al monte Cáucaso y  abatió al águila con sus flechas. Prometeo al fin quedó libre.
Para los seres humanos Zeus además provocó un diluvio universal que acabaría con todos ellos. De nuevo Prometeo ayudó a los seres humanos dando consejos a Deucalión  y a Pirra la hija que tuvo Epimeteo con Pandora. Estos construyeron un gran barco en el que permanecieron durante el diluvio nueve días y nueve noches. Posteriormente, plantando piedras en la tierra nacieron los nuevos seres humanos.

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