viernes, 22 de agosto de 2014

COMPRENSIÓN LECTORA I


COMPRENSIÓN  LECTORA.



LA CIUDAD ETERNA DE LAS PELÍCULAS DE INDIANA JONES
La ciudad de Petra, ubicada en Jordania, a pesar de mantener oculto más del setenta y cinco por ciento de sus construcciones, ha conseguido despertar el entusiasmo de todo el mundo desde el año 1812, cuando Johann Ludwig Burckhardt la identificó como tal.
En el año 1985, la ciudad pasó a formar parte del patrimonio mundial de la UNESCO, y en 1993, Jordania delimitó una parte de la ciudad como parque nacional. Las numerosas excavaciones que se continúan en la actualidad están dejando al descubierto un grandioso entramado de canales, edificios civiles, tumbas, esculturas, cerámicas y documentos, que reflejan el esplendor que tuvo la ciudad antes de desaparecer hacia el siglo VII d.C.
Desde el 1991, la economía jordana conoce uno de sus mejores momentos gracias al tratado de paz firmado con el estado de Israel. Como consecuencia, el turismo ha multiplicado hasta tal punto, que actualmente preocupa la conservación de su patrimonio recogido en la ciudad de Petra. Las ayudas económicas que se reciben van destinadas, prácticamente en su totalidad, a la mejora de infraestructuras, destinadas al sector turístico de Wadi, la ciudad que se ha desarrollado en torno a la entrada de Petra.
La historia de Petra se remonta hasta el siglo III a.C, como capital de los nabateos que logró mantenerse, como tal, hasta el siglo I d.C. La ciudad formó parte del importante entramado de las rutas comerciales de las caravanas que transportaban incienso, metales preciosos, hierbas aromáticas y betún desde el Mar Mediterráneo, como ya dejara escrito el historiador griego Diodoro de Sicilia en el siglo I a.C. A pesar de los intentos que se vienen realizando, a través de las excavaciones arqueológicas, para desenmascarar la historia de este pueblo, todavía resulta imposible establecer un hilo conductor uniforme.
Ya en las Sagradas Escrituras, en el segundo libro de los macabeos (5,8), se nos da a conocer un príncipe nabateo, llamado Aretas I, en cuya casa se refugió Jasón, sacerdote de Jerusalén, expulsado por Menelao. Dada su situación fronteriza con el estado judío, y, a pesar de que en el siglo II a.C sus relaciones fueron amistosas, los nabateos tuvieron que enfrentarse en numerosas ocasiones con las ideas expansionistas de los soberanos de éste.
En el año 93 a.C los ejércitos judíos de Alejandro Janneo fueron vencidos por los de Obodas I. Éste, que continuaba su expansión hacia Damasco, triunfó sobre el rey Filheleno e introdujo en su reinado la cultura helénica, la cual iba a marcar fuertemente el arte nabateo y sobre todo la arquitectura de Petra. Durante las guerras civiles romanas, los nabateos tomaron partido por Marco Antonio, lo que les obligó a ceder las zonas de Batanea y Tranconitida a Augusto.
A partir de entonces, y a pesar de la disminución de su extensión territorial, Petra, independiente, conoció su apogeo y se comenzaron a construirse los primeros y magnos monumentos, bajo el esplendor del reinado de Aretas IV (9 a.C - 40 d.C), que no fue continuado por su sucesor Malicos II. A partir del año 70 d.C se puede decir que la ciudad comenzó su declive y la desviación del comercio árabe por la vía del Mar Rojo asestó el golpe final a la economía nabatea.
En el año 106 d.C fue conquistada por el legado sirio del emperador Trajano, convirtiéndola desde entonces en la capital de la provincia romana de Arabia Petraea.
La ciudad de Petra no se pudo concebir sin haber dominado, por parte de sus habitantes, el agua de la lluvia, el elemento más preciado del desierto que la rodea. Gracias a las recientes excavaciones, se ha logrado desenterrar el Siq, camino de acceso a Petra a modo de pasillo entre los riscos, y que la hacen invisible desde el exterior. Atravesándolo se llega a la ciudad, que deja oculto todo el sistema de abastecimiento de agua.
Su red hidráulica está formada por decenas de presas, que en épocas anteriores recibieron el frescor del agua, junto a numerosos diques, depósitos y otros tantos aljibes, abiertos en la roca compacta de tonalidades rosáceas. El sistema de conducción hidráulico queda asentado sobre una serie de canales muy pequeños que desplazan el agua hacia las zonas más bajas, desembocando en unos conductos de arenisca tallados con gran delicadeza.
Gracias a todo este entramado, los nabateos llegaron a dominar la zona durante siglos. La presencia de ciudadanos romanos en las provincias del imperio fue la causa de que se erigieran templos, termas, y viviendas, todo a imagen y semejanza de la arquitectura metropolitana. Fue Siria, en época romana, el país que más se puso al servicio del estilo barroco romano. El tipo helenizante de la arquitectura nabatea, representada en Petra, se encuentra en toda la zona de influencia de este pueblo, desde Bosra, al norte, hasta Hegra (actualmente Mada´in Salih) en Arabia Central. Todas estas ciudades eran etapas de la ruta que unía la Arabia Meridional con Siria y Palestina. Los nabateos se limitaron en un principio a excavar grutas en la roca desmenuzable que domina el circo de más de trescientos metros para construir, junto a sus pueblos de tiendas, un hábitat permanente.
Las viviendas en piedra se tallaron posteriormente, dejando, en un primer momento, una arquitectura tosca y poco trabajada, si se compara con las que aparecen a partir del siglo I d.C, durante el cual se tallaron varios templos en la roca, entre los que destaca el Qasr al Bint (Castillo de la hija del faraón), y que está dedicado sin duda a Du-l-Sara, principal dios de Petra.
De época romana son los templos realizados, en Petra, durante los siglos II y III d.C, y por los que ha sido conocida y utilizada como escenario natural en numerosas películas. Los grandes sepulcros rupestres, decorados con fachadas de hasta treinta metros de altura, son resaltados con elementos partidos barrocos que resaltan con violencia sus formas sobre la roca. No son fachadas construidas, sino que todas ellas han sido esculpidas directamente en la piedra, tal y como ya se hiciera en los templos egipcios de Abu Simbel y que posteriormente se realizara en los templos medievales de Lalíbela, en Etiopía.
En todo el territorio de Petra sorprenden las obras realizadas por el hombre, que geometrizan parte del basto paraje natural de grandes rocas, redondeadas por el paso del tiempo. Siguiendo el camino del Siq, en dirección noroeste, se encuentra la Tumba del Obelisco, el Tesoro (Al Khazneh) y el Teatro, para dejar al este, las tumbas del Palacio, Corintia, de la Seda y de la Urna, el templo de los Leones alados, el Mausoleo de Sextius Florentinus y una iglesia bizantina del siglo V con ricos mosaicos; y al oeste, el altar de los sacrificios, el Qasr al Bint, el Museo y el castillo de los Cruzados. Más alejados del camino, que penetra en Petra, se encuentra el Monasterio (Al Dir) y el Triclinio del León.
Todo este impresionante conjunto arquitectónico de Petra corre, actualmente, el peligro de deterioro, si las autoridades de Jordania no comienzan a establecer las reglas pertinentes para mejorar su conservación.
El Monasterio presenta una fachada formada por tres calles principales y dos pisos que se rompen por las grandes columnas de orden corintio romano, sobre fustes lisos. De éste destaca la parte superior de la calle central que se remata con una construcción redondeada, rompiendo el frontón que resultaría de la unión de las partes, de sección rectangular, que la flanquean.
El Tesoro (Al Khazneh). Descubierto en el año 1812 por Johann Ludwig Burckhardt, sin duda, es el más conocido por los turistas. El templo queda oculto por las altas rocas que a manera de pasillo van a desembocar en una pequeña plaza. Dentro de ésta se aprecia su fachada de clara influencia romana, con sus columnas y frontones helenizantes que se complementan con una serie de relieves desgastados por el agua, la lluvia y el sol. A pesar de haber sufrido numerosos terremotos, el tesoro mantiene erguidas sus formas geométricas rompiendo las sinuosas líneas de la arenisca roja.

* El presente trabajo forma parte de una serie de reportajes realizados para prensa con destino a SUPLEMENTOS DE VIAJEROS y a medios editoriales en internet como MUJER ACTUAL, NAVEGALIA. COM, etc. Entre otros que lo editaron se encuentran los diarios ALERTA DE CANTABRIA, LANZA DE CIUDAD REAL, FAROS DE CARTAGENA, CEUTA Y MELILLA, PUBLICACIONES DEL SUR, DIARIO DE JEREZ, DIARIO DE CÁDIZ, FARO DE VIGO, GUADALAJARA 2000.





Petra destaca por sus impresionantes construcciones, especialmente sus tumbas, excavadas en la roca y a la que se accede por el no menos espectacular desfiladero del Siq. Pobladas hacia el siglo VI aC por los nabateos, entremezclados con los edomitas bíblicos, eran unos nómadas del desierto arábigo que inicialmente se dedicaban al saqueo de las caravanas especieras, para acabar controlando las rutas comerciales que venían de oriente. Tienen su momento de esplendor entre los siglos I aC y dC, bajo la dinastía de los Aretas, cuando Petra ofrecía la posibilidad de almacenar grandes cantidades de mercancías, acortando así las tremendas distancias existentes entre los puertos del golfo Arábigo (Gerha, Hadramut, Labea) y del mar Rojo (Aqaba, Leucé Comé) y sus lugares de destino en Egipto, Líbano y Siria hacia occidente.

Según refiere una cita de Estrabón, las especias eran llevadas desde Leucé Comé a Petra, y desde allí a Rhinocolura, en Fenicia, cerca de Egipto, y desde allí a los otros pueblos. Las rutas de las caravanas especieras, a las que se refiere la cita, pasaron durante muchos años por este legendario y mítico lugar en los aledaños del desierto, Petra.
Habitada desde el diez mil antes de Cristo (pues restos del paleolítico superior así lo atestiguan) la zona en la que se asienta está enmarcada en las montañas que bordean por el este el Wadi Arabah, la prolongación del valle del Rift desde el golfo de Aqaba hasta el mar Muerto. A lo largo de la historia vivieron aquí varios pueblos, entre los que cabe destacar los edomitas bíblicos, pero hay que esperar al siglo VI aC para tener la primera noticia de los nabateos, unos nómadas del desierto arábigo que se dedicaban por entonces al saqueo de caravanas.
Forzados a emigrar hacia el norte por la presencia de tropas babilonias en sus tierras, se encontraron con el reino de Edom en plena decadencia. De una manera lenta, pero sin pausa, debieron mezclarse con los edomitas y hacia el siglo IV, siendo ya el grupo predominante, se instalaron a las orillas del Wadi Mousa.
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El historiador romano Diodoro nos recuerda que durante mucho tiempo Petra fue simplemente una roca extremadamente dura pero sin muros donde viven unos árabes llamados nabateos. Petra ofrecía la posibilidad de almacenar grandes cantidades de mercancías, acortando así las tremendas distancias existentes entre los puertos del golfo Arábigo (Gerha, Hadramut, Labea) y del mar Rojo (Aqaba, Leucé Comé) y los lugares de destino en Egipto, Líbano y Siria, al tiempo que controlaba las fuentes de agua en un amplio espacio.
El Reino Nabateo
El judío Flavio Josefo es el primero que relaciona el nombre de un rey, Aretas III, con la ciudad de Petra. Este monarca aprovechó la debilidad de los reinos lágida (Síria) y seleucida (Babilonia), desgastados por interminables enfrentamientos mutuos, para llevar su país a la máxima extensión.
De una tribu seminómada asentada en un pequeño poblado fácilmente defendible se había pasado, en el transcurso de 200 años, a un reino que iba desde Rhinocolura y Aqaba hasta las inmediaciones de Damasco, y por la península arábiga se extendía, siguiendo la línea de la costa, hasta Hegra (Medain Saleh); y la capital de ese reino estaba adoptando el aspecto que la convertiría en un conjunto artístico y paisajístico único en el mundo.
No pasó, sin embargo, mucho tiempo hasta que Roma puso su mirada en la próspera ciudad. Josefo narra un intento fallido de Pompeyo de conquistar su territorio. Las tropas romanas tuvieron en la árida región el mayor enemigo y todo acabó con la firma de un pacto. La alianza de Malico I (56-30 aC), sucesor de Aretas, con los partos demuestra un importante margen de maniobra mientras los romanos están inmersos en la guerra civil. Mas cuando Augusto asume el poder definitivamente, desde Roma se van a regir los acontecimientos de Petra, al igual que en todo el Próximo Oriente, aún no formando parte del Imperio.
Buena prueba de ello es lo que cuenta Estrabón: Aelio Gallo, procónsul de Egipto, intentó llegar al sur de la península arábiga durante el reinado de Obodas II (30-9 aC). El guía nabateo que llevaron, un personaje llamado Silaeo que pretendía el trono, fue acusado de traición y ejecutado en Roma debido a unos confusos sucesos, que muestran el desesperado intento nabateo por mantener sus rutas comerciales fuera del alcance romano.
Augusto confirmó en el trono a Aretas IV (8 aC-40 dC) como sucesor de Obodas y Petra pasó a ser de hecho un reino asociado al Imperio. Durante ese tiempo la urbanización de la ciudad alcanzó lujosas proporciones y se atribuyen a ésta época las grandes obras hidráulicas. Con Malico II (40 - 70 dC) el comercio entró en un proceso de recesión a causa de la flota romana, que abrió una ruta a través del mar Rojo hacia las costas egipcias y de allí, por el Nilo, a Alejandría.
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Rabel II fue el último rey de Petra. A su muerte, el año 106 dC, y como si de algo previamente pactado se tratase, Trajano ordenó al gobernador de Siria, Cornelio Palma, que tomara posesión del reino y lo incorporase a la provincia de Arabia, con capital en Bosra (Siria). No se produjo ningún tipo de lucha entre nabateos y romanos; la dependencia de Roma estaba tan asumida que todo debió consistir en la formalización legal de una situación preexistente desde tiempo atrás. Quizá se repitió aquí la figura legalista que usó Atalo III de Pérgamo dejando su reino en herencia a lola fecha en el siglo I aC como perteneciente al período clásico del arte nabateo.
Nada más dejarlas atrás se penetra en el Siq, que lleva al corazón de la ciudad. Caminando junto a un canal para el agua, que recorre todo el desfiladero, se ven diferentes inscrines y hornacinas mientras la garganta se va haciendo más angosta y oscura según desciende el nivel del suelo. Alcanzar su final supone encontrarse de frente con la magnífica fachada del Khasneh al Faroun, el Tesoro del Faraón, quizá el monumento más famoso de Petra.
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Profundamente excavado en la roca, lo que ha protegido su fachada de los fuertes vientos, consta de dos pisos que alcanzan una altura de 40 m. Hecho todo él en estilo corintio alejandrino, la parte baja ofrece el aspecto de un templo con un vestíbulo que da acceso a tres salas a través de magníficas puertas esculpidas. Por encima dos columnas a cada extremo, coronadas por ángulos de frontón, rodean un tholos, o templete circular, central con la imagen de una Tyche o Fortuna y rematado por un tejadillo con una urna en la cúspide. Es ésta la que ha dado nombre al lugar, pues la leyenda cuenta que los beduinos atribuían todos los edificios de Petra a creaciones mágicas de un faraón, quien escondió su tesoro en una urna y la puso fuera del alcance de los hombres, sobre el tholos del monumento. Ello hizo que durante años los beduinos probasen a romper la urna disparando con sus armas y hacer caer el tesoro.
Estilísticamente no hay duda de su pertenencia a la época en que Petra toma contacto con la cultura helenística, el reinado de Aretas III llamado Filoheleno. Fuese una tumba real o un templo (se ha debatido mucho sobre ello), hay que situarlo hacia el siglo I aC y tener en cuenta su influencia en edificios posteriores.
El camino se abre hacia el oeste, encajonado todavía entre altas paredes, y tras pasar junto a las llamadas calles de las fachadas, una aglomeración de tumbas muy sencillas, con unas simples franjas de almenas escalonadas que corren sobre la puerta y datan de los primeros tiempos del arte nabateo, de inspiración babilonia, alcanzamos el teatro. De tipo griego, esto es, cavado en la roca, parece haberse construido en el siglo I de nuestra era y ampliado ya en época romana hasta alcanzar una capacidad de casi 7.000 espectadores.
Poco más allá se extiende ante nuestros ojos el valle central de Petra, donde se hallaba el núcleo de la ciudad. Siguiendo el camino a la derecha se pueden ver las llamadas Tumbas Reales, las más completas y refinadas, pertenecientes todas a la época de mayor influencia helenístico-romana, del siglo I aC al siglo I dC. La primera de ellas, la Tumba de la Urna, mausoleo de Aretas IV o Malico II, flanqueada por un amplio patio con pórticos elevado sobre una estructura de arcos y pilares, muestra una estampa más propia de un templo romano, con sus cuatro columnas sujetando varios frisos y un amplio frontón. Su cámara principal fue retallada en época cristiana para convertirla en iglesia, según lo testifica una inscripción en el interior que recuerda su consagración como catedral por el obispo Jasón en 447 dC.
A su lado un edificio de colores brillantes y cálidos por los que ha merecido el nombre de Tumba de la Seda da paso a la Tumba Corintia, llamada así por sus capiteles, una de las principales muestras del estilo híbrido, imitación del arte helenístico con elementos clásicamente nabateos, que debió nacer por la influencia del Khasneh. La última de las Tumbas Reales es de tal magnificencia que se la ha llamado Tumba Palacio y alguien ha querido ver en ella similitudes con la domus aurea de Nerón.
La fachada, en buena parte construida con sillares sobre la roca, es de un ampuloso helenismo, produciendo un efecto teatral con sus múltiples columnillas y nichos dispuestos en dos niveles, que descansan sobre cuatro esbeltos pórticos coronados por pequeños frontones. El piso superior está semiderruido. Cerca de la Tumba Palacio se alza un edificio muy estropeado pero en el que puede leerse una inscripción en latín que habla de Sexto Florentino, gobernador de la provincia de Arabia hacia 127 dC.
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 un paso de Petra y tal vez su puerto más importante. Caminando unos metros por el cardo hacia el oeste dejamos a la derecha los confusos restos de un edificio identificado como un palacio y algo más adelante, a la izquierda, un amasijo de sillares, tambores de columnas y diferentes fragmentos precedidos de una escalinata nos dan una escasa idea de lo que fue un templo.
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Frente a él, en la otra orilla del wadi se alzaba el Templo del León Alado. Se pueden distinguir actualmente iosa de la luna, era invocada por la población como guardiana de la prosperidad y la fertilidad.
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De otros dioses se conoce poco más que el nombflanqueado por ángulos de frontón y rematado por una urna, pero el arquienía riqueza ni poder suficiente para emprender una reconstrucción en toda regla. Las columnas de los edificios más importantes nunca fueron puestas en pie y la ciudad debió quedar reducida a pequeños núcleos donde se concentró una población cada vez más escasa.
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Con el inicio del Imperio Bizantino se establece aquí una sede obispal y en los primeros años del siglo Var Alto | 14:  El Centro Ceremonial, en Madhbah | 15: El Deir o Monasterio.






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