jueves, 21 de agosto de 2014

LA VIDA DE LA MUJER EN MESOPÓTAMIA.



SOBRE LAS MUJERES EN MESOPÓTAMIA


INVESTIGANDO LA VIDA DE LAS MUJERES EN MESOPÓTAMIA[1]

En general, los derechos de las mujeres en Mesopótamia no eran iguales a los de los hombres. Pero en períodos tempranos las mujeres podían llegar a los lugares de mercado, comprar y vender, atender asuntos legales en ausencia de los hombres, tener sus propias propiedades, prestar y pedir prestado, y realizar negocios por sí mismas. Las mujeres de alto estado, como las sacerdotisas y las componentes de las familias reales, aprendían a leer y escribir para que así pudieran ejercer una autoridad administrativa considerable. Numerosas diosas poderosas eran adoradas; en algunas ciudades estado eran sus deidades principales.

La posición de las mujeres variaba según las ciudades-estado dónde viviesen y según el tiempo en el que viviesen. Había una gran diferencia entre las mujeres de alto y bajo estatus (casi la mitad de la población en el período tardío babilónico eran esclavos), y el poder y la libertad femeninos fueron “recortados” en época Asiria. La primera evidencia de leyes que “requerían” que las mujeres de la elite llevasen velo es de ese período.

Textos de la traducción de los restos de algunas tablillas con escritura cuneiforme.

1) Tumba de Ur, Período dinástico temprano sumerio, sobre el 2500 a.C.
Los sumerios creían que sus reyes y reinas eran divinos, y que las personas corrientes habían sido creadas para servir a los dioses. En la tumba de la zona funeraria de la ciudad estado de Ur, los arqueólogos descubrieron al menos 16 tumbas reales. La de la reina Shub-ad (o Pu-Abi) muestra que fue enterrada con un hermoso tocado de oro, lapislázuli, etc. Llevaba una taza de oro de factura exquisita en su mano. Enterrados con ella se encontraron seis hombres y sesenta y ocho mujeres –damas muy adornadas- con pendientes de oro, collares de piedras preciosas y adornos para el pelo de plata y oro. Las mangas y partes delantera y trasera de sus vestimentas llevaban adornos o aros de metal o concha. Músicos y esclavos dieron también sus vidas para así poder atender a su reina divina después de su muerte.

2) Templo de la diosa Bau: Lagash, 2350 a.C.
La administración de este templo estaba dirigida por la reina Sahgshag. Ejerció autoridad legal y económica sobre el total de los dominios del templo, empleando al menos a 1000 0 1200 personas por año. También era la jefa de las sacerdotisas. Las tablillas muestran que los empleados domésticos desarrollaban diversas funciones[2]:

150 mujeres esclavas: hiladores, tejedoras, cerveceras, molineras y cocineras.
Una cantante, varios músicos.
6 mujeres que mezclaban el grano para alimentar a los cerdos.
15 cocineros y otros 27 esclavos para trabajos menores.
Panadería: 40 hombres y 6 mujeres.
Una enfermera y una nodriza.
Sirvientes personales para sus hijos y ella misma.
Una peluquera.


3) Enheduanna. Hija del rey Sargón de Acad. Suma sacerdotisa del templo dedicado al dios de la luna. Ur, 23000 a.C.
Enheduanna es la primera poetisa conocida en la historia. Sus poemas con peticiones y oraciones a los dioses y diosas fueron muy populares en su época. Después de la muerte de su padre, el nuevo gobernante de Ur la relevó de su posición como suma sacerdotisa. Escribió sobre esta injusticia:

“A mí, que una vez me senté triunfante, él me ha apartado del santuario. Como una bocanada de aire me hizo volar por la ventana, mi vida se consume. Me alejó de la corona apropiada para el desempeño del sacerdocio. Me dio la daga y la espada –“te pertenece”- me dijo”.

Enheduanna apeló a la diosa Inanna para reparar sus injusticias:
“Fue a tu servicio cuando entré por primera vez al templo sagrado,
Yo, Enheduanna, la suma sacerdotisa. Llevé la cesta ceremonial,
Canté (o recité) tu oración.
Ahora he sido apartada del lugar.
El día llega, pero su luz se oculta a mi alrededor.
Las sombras cubren la luz, la envuelven en tormentas de arena.
Mi hermosa boca sólo conoce la confusión.
Incluso mi ¿sexo? está polvoriento.”


4) Erishti-Aya: cartas al rey Zimri-Lim de la ciudad estado de Mari, Dinastía Acadia 1750 a.C.
Zimri-Lim fue rey de Mari en el norte de Mesopotamia durante los tiempos de Hammurabi. Las mujeres de la elite en Mari gozaban de un estado relativamente igual al de los hombres. Ocupaban el lugar del rey cuando se ausentaba y gobernaban en las ciudades estado que eran conquistadas. Zimri-Lim tenía 8 hijas. Dos se convirtieron en sacerdotisas y dedicaron su vida a los dioses. Se “enclaustraron”, como las monjas. Una, Eristhi-Aya, escribió cartas a casa quejándose sobre su vida.

“Ahora las hijas de tu casa… están recibiendo sus raciones de grano, ropa y buena cerveza, sin embargo, aunque yo soy la única mujer que reza por ti, no soy aprovisionada…
El año pasado me enviaste dos esclavas y una de ellas se tuvo que marchar y murió!
Ahora me has enviado dos esclavas más y una de éstas esclavas se ha tenido que marchar y ha muerto!”

Erishti-Aya escribió a su madre:

“¡Soy hija de rey! ¡Eres esposa de rey! Incluso obviando las tablillas en las que tu marido y tú me hicisteis entrar en el “claustro”, ellos (los oficiales del templo) me tratan como lo hacen los soldados con su botín. ¡Trátame bien!... Mis raciones de grano y ropa con las cuales mi padre me mantiene viva, me las dieron sólo una vez, haced que al menos me den para que no muera de hambre”.


5) Oración a la diosa Ishtar
“Graciosa Ishtar, tú que gobiernas el universo,
Heroica Ishtar, que creaste a los hombres,
Que caminan tras los carneros, que adoran las ovejas…
Sin ti el río no se abrirá
El río que nos trae la vida no será cerrado,
Sin ti el canal no se abrirá
El canal del que se escancia la bebida no será cerrado…
Cuando nos bendices con tu mirada, los muertos reviven, los enfermos sanan…
Los perdidos, mirando tu rostro, encuentran el camino correcto…”


6) Carta de una mujer de negocios a su marido mercader 1900 a.C.
“Entregué un paño pesado a Azur-Malik para su viaje en caravana. Pero la plata todavía no me ha llegado… Cuando envíes la mercancía, incluye lana. La lana en la ciudad está muy cara”


7) Leyes en el Código de Hammurabi
“Si una (mujer vendedora de vino) no acepta (grano) de acuerdo con el peso de la bebida, pero acepta dinero, y el precio de la bebida es menor que el del grano, será presa y arrojada al agua” (#108) (Esta ley se refiere a una práctica conocida como juicio por ordalía. Se creía que el río Eúfrates actuaría como juez de las personas acusadas de varios crímenes. Si, cuando eran arrojadas al río, las personas acusadas flotaban, ella o él eran consideradas inocentes. Pero si se hundían, el río entonces les había encontrado culpables).

“Si los conspiradores se encuentran en la casa de una mujer vendedora de vino, y estos conspiradores no son capturados y entregados a la corte, la vendedora de vino será ejecutada”

“Si una “hermana de Dios” (¿monja? – tal vez se refiera a las naditu o qadistu, nombres de las sacerdotisas) abre una taberna, o entra en una taberna para beber, entonces esta mujer será quemada viva, hasta que muera”

“Si una mujer casada que está viviendo en la casa de un hombre, arregla su rostro para salir al exterior y persiste en un comportamiento alocado malgastando los bienes domésticos y deshonrando a su esposo, será acusada y, si su marido dice que se divorcia de ella, entonces podrá hacerlo; nada se le dará ¿más que dinero para el viaje?” (Se supone que las mujeres eran “dotadas” cuando se casaban y en caso de divorcio, la dote se les devolvía intacta, claro que revertía de nuevo al padre de la divorciada)

“Si una mujer casada es vista yaciendo con otro hombre, les apresarán y serán arrojados al río. Si su marido desea que su esposa viva, entonces el rey deberá dejar a su siervo con vida”. (#129)

“Si el marido de una mujer casada la ha acusado pero ella no es vista yaciendo con otro hombre, tendrá la oportunidad de vivir y regresar a su casa” (#131)

“Si un hombre desea divorciarse de su primera esposa porque no le ha dado hijos, tendrá que darle la cantidad correspondiente a la de su compra y la dote que trajese de casa de su padre, después la dejará marchar” (#138)
“Si una mujer discute con su marido y éste le dice: “No congenias conmigo” deberá presentar las razones de su afirmación. Si la mujer no tiene culpa, y no hay fallo por su parte, pero él se va y la rechaza, entonces no podrá achacarse ninguna culpa a esta mujer, ella tomará su dote y regresará a casa de su padre” (#142)
[1] Traducción al español realizada por Mila del texto que aparece en la página web Women in World History.

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